La tradición señala que cuando Constantino reedificó Bizancio, convirtió en bicéfala al Águila Imperial, para señalar que la doble capitalidad no suponía la perdida de la unidad de Romania. Siglos más tarde Carlomagno la incorporó a sus banderas.
La investigación señala que el águila de dos cabezas es una invención de ese Oriente dado a las abstraciones y a las terribles simetrías (¿Babilonia? ¿Persia?) y que pasó a Roma o a Bizancio en las guerras con la Persia Sasánida. El Sacro Romano Imperio Germánico lo haría suyo en el revival bizantino de la dinastía Otónida. En fin, en ese Actium revivido que es Lepanto, probablemente el águila bicéfala aparecía en los estandartes de ambos bandos.
Moscú, tercera Roma, se apropió de la monstruosa rapaz, y con Carlos V, se apoderó de las columnas hercúleas y emprendió el vuelo hacia el Nuevo Mundo. El águila que preside los blancos edificios de Washington tiene una sóla cabeza, pero de cuando en cuando se acuñan aúreos dólares que se llaman 'double eagle'.
En fin, si los imperios son leviathanes, monstruos que escapan al control de sus creadores, justo es que con el águila que comentamos no oculten sus naturalezas bífidas, sus propósitos ambiguos, su inquientante ambidestreza, su mirada siempre sedienta, plurifocal y camaleónica.
A fin de cuentas en el tiempo en que los hititas, los babilonios o los egipcios convertían al águila en símbolo del sol y del poder, en el Levítico se incluía entre los animales inmundos. Cuando Hérodes profanó el Templo colocando a la rapaz en el dintel de la casa de Dios se aprovechaba de la fascinación del más ambivalente de los símbolos.
(Ilustración: El águila bicéfala del Sacro Romano Imperio Germánico.)
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