En los días catorce y quince de
noviembre el jurado del Concurso de Relatos de Terror organizado por la
Biblioteca “Nulla Dies Sine Linea” emitió su veredicto:
En Secundaria la obra
ganadora ha sido La Máscara Maldita de
Antonio José Marín Burgos, alumno de 1.º de ESO «D».
En Bachillerato
la obra ganadora ha sido
Querido Hermano
de la alumna María José Reyes Fernández de 2.º de
Bachillerato «B».
En Ciclos la obra que se
ha alzado con el galardón es Vidas Pasadas de la alumna Julia Avalos
Jiménez de 2.º de APSD (Técnico en Atención a Personas en Situación de
Dependencia).
El
jurado quiere agradecer los numerosos originales recibidos. Esta
afluencia demuestra que este certamen, en su octava edición, no solo no muestra
signos de cansancio, sino que se encuentra en su mejor momento. De hecho, se ha
recuperado la categoría de Bachillerato, que había quedado desierta en otros
años, y además se ha implantado la de Ciclos.
La
cantidad de obras que se han presentado no ha abaratado el nivel, antes, al
contrario. Por todo esto, el jurado ha ido demorando el fallo, primero para
poder leer todos los relatos presentados y después por verse obligado a decidir
el mejor entre una serie de historias de sobresaliente calidad literaria. Por
ello, en el reportaje fotográfico falta la alumna Julia Avalos, pues la elección
del mejor relato en ciclos no se ha conocido hasta el término de la mañana de
hoy.
En la fotografía que encabeza esta entrada figuran
dos de los ganadores del certamen,
Antonio José y María José y Huesotaco,
una de las entidades tenebrosas de
nuestra biblioteca, interpretado en esta ocasión por el alumno Joel
Alberto Aguilar Baena.
Para anunciar el triunfo de Antonio José,
María José y Julia hemos diseñado el siguiente cartel:
Seguidamente
reproducimos los tres relatos. La Máscara Maldita revela a un alumno,
Antonio José Marín, con un enorme potencial en la creación literaria. Querido
hermano es una obra plenamente madura de una de nuestras alumnas más galardonadas,
María Reyes. Finalmente, Vidas pasadas es un relato que demuestra una cultura
y una sensibilidad poco común.
La Máscara Maldita
Hace
muchos años, en una antigua y tenebrosa mansión de un escondido bosque de las
afueras del Valle de la Seda, vivía un señor muy mayor. Su aspecto daba
bastante miedo a todos los niños y niñas que por su morada pasaban, pues tenía
numerosas arrugas, fruto de haber fruncido el ceño constantemente; una piel
pálida y una gran verruga en su enorme nariz que lo hacían digno de merecer
protagonizar cualquier película de terror.
El
anciano, que se llamaba Don Filiberto, llevaba meses preparando algo
terrorífico, algo que, sin duda, iba a ser crucial en el mundo de los cuentos
de terror infantiles. Estaba, ni más ni menos que… ¡fabricando una máscara! La
quería tener lista para el día del baile de fin de curso del instituto, pues su
intención era hacerse pasar por un alumno para poder acudir a tal evento. Claro
está que su aspecto y semblante no invitaban, precisamente, a que Don Filiberto
fuera partícipe de ese día.
Pero algo escalofriante ocurrió cuando el hombre quiso
encasquetarse la máscara.
¡Todo
comenzó a moverse y a cobrar vida! La mesa del salón, los oscuros muebles… todo
cuanto estaba a su alcance empezó a agitarse como si de una posesión demoníaca
se tratara.
Don Filiberto, que jamás pudo quitarse la
máscara ni deshacerse de ella, viste como un alumno del instituto Luis Vélez de
Guevara. Aparentemente, parece un ser angelical, apenas un niño de doce años
que acaba de empezar la Enseñanza Secundaria. Todo es debido a la máscara que
un día, con fines terroríficos, fabricó en la solitaria mansión del bosque del
Valle de la Seda. Pero lo que nadie sabe es que, detrás de ese niño inocente,
se esconde Don Filiberto, quien, cada 31 de octubre, en la fiesta de Halloween
del instituto, mata a numerosos niños y niñas para esconderlos en el desván del
Luis Vélez de Guevara.
Antonio José Marín Burgos – 1.º de ESO «D».
Querido
Hermano
“Querido hermano: En primer lugar, he de
presentarte mis más sinceras disculpas por no haber respondido a tus anteriores
cartas, mas no me encontraba en condiciones para poder escribirte.
Me veo en
la obligación de hacerlo ahora debido a que hay un mal que lleva acechando mi
hogar desde hace ya varios días:
Por las
paredes de nuestra casa corren manchas de tinta que salen de la nada. Recorren
las paredes y se esparcen por el suelo, por no hablar de que son imposibles de
limpiar. En los marcos que antes decoraban el salón, ahora hay láminas
entintadas hasta el último rincón que esconden lo que anteriormente fueron
retratos familiares y otras fotografías. Los relojes nunca marcan la hora
indicada y, sin embargo, siempre suenan al unísono al caer las doce de la
noche. La comida se pudre más rápidamente, me cuesta conciliar el sueño, los
cuervos graznan apoyados en la ventana de mi habitación, las luces parpadean de
la nada....
Al
principio di por hecho que se trataba de algún tipo de broma de mal gusto que
los vecinos habían decidido gastarnos, pero cuando la pequeña Lily comenzó a
ver cosas, supe que no se trataba de ninguna jugarreta retorcida, sino de algo
tan real como tú y como yo.
Ocurrió un
día de lluvia en el que tanto ella como su hermana Mary jugaban sentadas en el
suelo junto a una de las paredes manchadas de tinta. Lily jugaba alegre,
moviendo su muñequita de trapo de un lado a otro mientras entablaba una
conversación imaginaria consigo misma. Por otro lado, Mary la miraba asustada,
y se aferraba a un pequeño caballo de madera sin dejar de mirar a su hermana.
Yo me
acerqué a la que estaba en silencio y le pregunté por qué no jugaba con la
otra. “Papá, es que Lily dice que hay otra niña jugando y que todavía no es mi
turno”
No pude
ocultar la sorpresa ante las palabras de Mary. Le dije que allí no había nadie
más y negó con la cabeza.
“Ya lo sé,
pero Lily dice que sí que hay una niña justo ahí” apuntó con su pequeño dedo
hacia el lugar donde la tinta chocaba con el suelo y se extendía dejando una
enorme mancha negra.
Se me heló
la sangre.
Me acerqué
a Lily para preguntarle sobre esa niña que ella decía que estaba allí presente.
“Es una amiga nueva. Se llama … bueno, aún no me ha dicho su nombre, pero no
pasa nada. Le pregunté por el aspecto de esa nueva amiga.
“Pues es
igual de pequeña que Mary, pero es rubia, y tiene los ojos negros, creo. Los
tiene manchados y no puedo verlos bien”
Miré
fijamente hacia la mancha, esperando ver algo, pero allí no había nadie. Ni
Mary ni yo pudimos ver a esa niña de la que hablaba Lily. Sin embargo, hasta el
día de hoy, ella sigue afirmando que su amiga pasea por la casa, siempre cerca
de las paredes.
Es por
eso, querido hermano, que te envío esta carta para dejar constancia de estos
hechos y solicitar tu ayuda.
Temo que
mi familia y yo hayamos sido maldecidos por algún crimen que no recordamos
haber cometido, o que ese espíritu que se relaciona con mi Lily no sea el único
que ha invadido nuestro hogar. He de confesarte que estoy asustado.
A veces,
cuando me miro en el espejo, veo en mi rostro dos enormes círculos negros en
lugar de ojos. Me aterra pensar que eso pueda significar que alguno de esos
espíritus está intentando entrar dentro de mí.
Por favor,
envía ayuda tan pronto como recibas esta carta, y procu...”
Sobre la
última palabra chorrearon algunas gotas de tinta.
Levanté la
pluma del papel para examinar la punta, pero no encontré ninguna fuga.
Más gotas
cayeron sobre la carta. Venían del techo.
Se me
cortó la respiración, mi cuerpo se quedó totalmente rígido.
Sentí la
tentación de mirar hacia arriba, aunque fuese consciente de lo que me
encontraría en el techo. Alcé la vista esperando encontrarme con la cabellera
rubia y los ojos de tinta, pero en su lugar encontré una muñeca de trapo de la
que se escurrían los gotones de tinta negra.
Eso me
hizo sentir aún más terror, pensar que esa cosa había entrado en la habitación
de mis hijas.
Me levanté precipitadamente del escritorio, tirando la
silla al suelo, y salí corriendo por el pasillo en dirección a la habitación de
Mary y Lily, esperando que aún no fuese demasiado tarde.
María José Reyes Fernández – 2.º
de Bachillerato «B».
Vidas
Pasadas
Desde
pequeña siempre he tenido una sensibilidad especial para estas cosas, siempre
sabía lo que iba a pasar y en algunas ocasiones divisaba sombras y personas que
nadie más veía, en ese momento comprendí que tenía un don especial.
Aquella
noche gélida de invierno, ya estando en la cama, entreabrí los ojos porque me
pareció ver a mi padre en la ventana, algo extraño, puesto que él nunca entraba
en mi habitación. En ese momento me di cuenta de que miraba mi cama fijamente,
como si yo no estuviera en ella, como si no pudiera verme. De repente sentí que
algo me absorbía a otro mundo, a un universo paralelo en el que nada estaba
bien.
No sé bien
cómo acabé allí, estaba en un bosque de abetos y robles robustos, escuchaba
extraños sonidos de animales, el cielo era rojo. En el ambiente se apreciaba un
olor a azufre, no sabía de dónde venía, pero sabía que no debía quedarme allí.
A medida
que avanzaba, el olor a azufre y los sonidos extraños se intensificaban, pero
algo me empujaba a seguir en esa dirección.
Siempre me
han gustado y me han atraído las historias de brujas, por alguna extraña razón
el olor a azufre siempre estaba relacionado con ellas, mi imaginación no paraba
de divisar posibles escenarios caóticos, pero lo que pasó nunca pudo abarcar a
la realidad de la situación.
A lo lejos
logré ver una pequeña cabaña de madera, las puertas tenían un color corroído,
los vidrios de las ventanas eran de un color amarillento y en el aura no se
respiraba un buen ambiente, sin embargo, algo me empujaba a entrar.
Me armé de
valor y paso tras paso llegué hasta el porche, donde llamé a la puerta, tras
ella se hallaba la figura de un señor, una criatura muy extraña, el cuál tenía
apariencia de ser humano, pero no se comportaba como tal. Vestía ropas antiguas
y tenía los ojos llorosos.
De repente
me dijo: ¡corre y no mires atrás, rápido o será demasiado tarde! Yo no entendía
nada y le pregunté qué estaba pasando, cuando a los segundos una horda
enfurecida con palos y antorchas empezó a tirarme piedras, atacarme con todo
tipo de insultos, algo que dijeron resonó en mi cabeza, que yo era una bruja.
Me tenían
acorralada, sentía como arañaban y quemaban mi piel, podía percibir el olor a
quemado que salía de mi cuerpo, estaba indefensa y no sabía porque me hacían
esto a mí, hasta que, en un momento de confusión, cuando tan sólo veía caras
sin rostro, lo recordé todo, estaba en el año 1678, en Salem, era la hechicera
del pueblo y me habían acusado de hacer brujería, puesto que yo, loca de celos,
hice reencarnar a los muertos para que mataran a mi prometido, al cual
sorprendí con otra mujer en las fiestas del pueblo.
Mi plan no
funcionó, pero mis intenciones eran claras, ya no podía engañar más a los
ciudadanos y éstos, llenos de rabia, decidieron vengarse de la persona que
intentó matarlos a todos y esa persona era yo.
Me
llevaron junto a un poste clavado en la tierra mojada, me ataron con una soga
tan gruesa que era totalmente imposible liberarme. Empezaron a echar más y más
troncos secos bajo mis pies, estaba claro cuál era mi destino.
El aire
empezó a llenarse de humo, me estaba quemando viva.
Antes de
ser completamente quemada, maldije a todo el pueblo y prometí que mi alma
seguiría vigente en el mundo por toda la eternidad.
En ese
instante me desperté de nuevo en mi cama, gritando enérgicamente:
¡Me han
matado, me han matado, soy una bruja!
Mi padre,
situado junto a la ventana, llamó corriendo a mi madre, la cual con los ojos
orbitando me miró perpleja, mi nariz y ojos sangraban.
Mis padres
se fueron a la cocina con una cierta inquietud, yo fui detrás de ellos en
completo silencio para ver qué decían.
Mis padres
hablaban sobre que nunca podrían decirme la verdad y comentaban que había
sucedido lo mismo que aquella vez, en la que contaban que cuando tenía cuatro
años estábamos viendo la película Titanic y de repente empecé a gritar
sin parar y sin descanso:
¡No hay
botes, soy demasiado joven para morir, no puedo dejar sola a mi hija!
No podía
comprender lo que pasaba, mi pequeña cabeza no entendía la situación, solo
sabía que yo era una niña peculiar, con características extrañamente únicas e
inigualables.