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Autores: Fabcaro (Guión) y Didier Conrad (Dibujo).
Título: El Lirio Blanco (L’Iris Blanc)
Historieta
Editorial: Salvat
48 páginas
El Lirio Blanco (en francés, L’Iris Blanc) es el álbum n.º 40 de la serie Astérix
el Galo. Es el sexto álbum de Astérix en que no participan ninguno de sus
creadores originales; en su lugar Fabcaro se encarga del guion y Didier Conrad
del dibujo. Esta obra vio la luz en el año 2023.
«El Lirio Blanco» es el nombre de una
nueva corriente de pensamiento positivo procedente de Roma que comienza a
extenderse por las principales ciudades del Imperio, desde la capital hasta
Lutecia. César decide que ese método puede tener un efecto benéfico en los
campamentos romanos que rodean la famosa aldea gala, pero los preceptos de esa
escuela llegan también a los lugareños que se cruzan en su camino…
En esta aventura se nos presenta a un nuevo
personaje, Tulio Viciovirtus, médico jefe del ejército romano que recuerda
mucho a los actuales gurús de la autoayuda. Evidentemente, el cómic pretende
hacer una crítica a la proliferación de este tipo de corrientes que, en forma
de libros, seminarios o mensajes en redes sociales, inundan cada vez más el día
a día de las personas.
Merece la pena destacar la labor del dibujante,
Didier Conrad, que ha realizado una excelente imitación del estilo del fallecido
Uderzo, hasta el punto de ser indistinguible uno del otro. Esta mímesis no
supone acartonamiento. Conrad sabe organizar las escenas u otorgar dinamismo a
los personajes con sobrada eficacia. También merece elogio el trabajo del
colorista, Thyerri Mébarki. Ha conseguido el difícil equilibrio entre lo
antiguo y lo nuevo, entre la policromía tradicional de los álbumes considerados
como “canónicos” y atrevimientos como el de las viñetas del concierto a la luz
de las antorchas. Conrad y Mébarki llevan con esta obra, seis Aventuras de
Astérix en colaboración y, obviamente, conocen bien su tarea y han aprendido a
trabajar de forma conjunta.
Fabcaro (Fabrice Caro), en cambio, se
incorpora al equipo. Según los críticos, el guionista de los cinco álbumes
precedentes, Jean-Yves Ferri, habría sido reemplazado tras las malas críticas y
peores ventas de la que fue su postrera obra Astérix tras las huellas del
grifo.
Al aceptar guionizar a Astérix, Fabcaro cumplía
el sueño de su infancia, pero se enfrentaba a retos muy difíciles de superar.
El principal colocarse a la altura del ya mítico Goscinny. El segundo confeccionar
un álbum que manifestase continuidad con la serie, pero que a la vez incorporara
novedad y frescura a esta franquicia.
Las valoraciones sobre estos logros han sido
muy diversas. No puede negarse que Fabcaro se ha tomado su trabajo en serio y
que procura enlazar su producción con aventuras anteriores, especialmente con
los Laureles del César, hace desfilar a los personajes secundarios, introduce
los juegos de palabras y juega también con los nombres a la antigua. Goscinny
puede sentirse orgulloso de su sucesor.
El mayor reparo es que parece haber heredado
de Goscinny y de Uderzo la defensa a ultranza de los valores considerados como
tradicionales. Los creadores de la serie eran hijos de su tiempo y resulta
lógico que en algunos aspectos hayan envejecido mal. No tiene justificación, en
cambio, las perspectivas de Fabcaro.
Que el mindfulnnes y el coaching
son dignos de crítica, es una afirmación que no admite duda. Incluso que
resultan ridículos y risibles. Pero no puede asumirse que el guionista meta en
la misma olla a las dietas, el teatro moderno o el arte contemporáneo. Tampoco
Fabcaro se preocupa por demostrar la superioridad de lo tradicional. Una vez
más se recurre al legitimismo: lo tradicional es lo bueno por qué es lo que se
ha hecho siempre.
Se plantea como novedad, casi como una revolución,
la crisis matrimonial de Karabella y Abraracúrcix, pero este matrimonio siempre
ha estado a la gresca. La solución del conflicto se encuentra muy lejos de los
valores de la sociedad actual. Una vez más, la esposa perdona al esposo y se
inicia una segunda luna de miel, no un reparto de las tareas domésticas o una
recalificación del puesto de cada cónyuge. Esta solución se remonta a Penélope,
puede que incluso a alguna desventurada anterior, pero en estos tiempos ya no convence
a nadie.
En la mañana de su abandono del hogar conyugal,
Karabella deja escrita una nota. Su marido lo advierte, pero cree que lo que
está redactando es la lista de la compra. Es una anécdota que mientras más se
cuenta menos divertida parece. Cuando contemplemos el patetismo que encierra, caeremos
en la cuenta de cuán grande es la ceguera de algunos.
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