martes, 11 de octubre de 2022

La Evolución del Escudo de España en el Diccionario Iconográfico de Lapoulide




Entre los tesoros que custodia la Biblioteca Vélezguevariana destaca el Diccionario Gráfico de Arte y Oficios Artísticos de J. (José) Lapoulide. Poseemos los cuatros tomos de la tercera edición, realizada por José Montesó en Buenos Aires en 1945. Como bien conocen los bibliófilos, se trata de la impresión más conocida de esta obra. Entró en la nuestra colección en la etapa fundacional de nuestro instituto, allá por la década de 1950. Suponemos que fue adquirido como obra de consulta.

Lapoulide introduce su Diccionario grafico de arte y oficios artísticos como «Colección por orden alfabético de elementos de arte, naturales y estilizados: fauna, flora, indumentaria, heráldica, mitología, historia, religión, astronomía, armería, navegación, numismática, tipografía, pintura, escultura, arquitectura, música, grabado, caligrafía, orfebrería, cerámica, tapicería, ebanistería, cerrajería, talla, cristalería, escenografía, bordado y demás artes decorativas».

La enumeración abruma, pero lo cierto es que el autor cumple lo prometido y ofrece primorosas ilustraciones de su autoría de todas las voces que recoge. La obra mereció cuatro ediciones (que sepamos), señal de que resultaba de utilidad para artesanos, artistas y artífices y que, además, resultaba visualmente atractiva para el público erudito o simplemente curioso.

Recordemos que la iconografía era una disciplina imprescindible para una época en la que la que aún se erigían arcos de triunfo efímeros para la Joyeuse Entrée de autoridades en ciudades de provincias o en la que los Centros Educativos se engalanaban para la inauguración del curso lectivo.

Por lo demás era una etapa en la que las imágenes (los “santos” en el vocabulario de los iletrados) no se presentaban con la profusión actual, ni muchísimo menos. No hablemos ya de las limitaciones de su circulación o accesibilidad. Las fotografías reproducidas en las publicaciones impresas aparecían en blanco y negro y con una calidad bastante dudosa. Bajo estos impedimentos, los numerosos y  diáfanos grabados de esta obra resultaban una oferta muy tentadora.

Volviendo al libro de José Lapoulide, el mérito de su autor como heraldista resulta sobresaliente. Debe vincularse con el renacimiento de la ciencia del escudo en el reinado de Alfonso XIII. Si este esplendor fue la verdadera Edad de Plata de la heráldica hispana, habrá que convenir que el Diccionario Iconográfico de Lapoulide es su armorial.

El autor dedica la voz «España» a la heráldica del escudo nacional y a las armas regias, mostrando además su evolución. A estos cambios causados por las vicisitudes dinásticas y a las perturbaciones debidas a las guerras y revoluciones vamos a dedicar esta entrada.

Lapoulide sufrió estas alteraciones y se vio forzado a realizar algunas reformas en las sucesivas ediciones de su obra. La primera impresión se realizó en 1923 y reflejaba la España alfonsina. En de 1932 introdujo leves cambios para mostrar los símbolos de la España republicana. En la edición de 1945 (que es la que manejamos) no se observan novedades, suponemos por qué el autor había fallecido. Únicamente se menciona la República como algo del pasado. Conocemos la postrera edición de 1963 sólo por referencias, pero suponemos que se limitaría a reproducir la impresión anterior, sin entrar en adaptaciones.

                             

El artículo se inicia con una grabado a toda página que muestra la Alegoría de España. Nuestro país aparece como una dama ataviada con túnica (pero no con coraza), armada con una espada y ataviada con corona mural. Le acompañan el león y la esfera del mundo, atributos usuales y muy conocidos por el público de entonces. Enrique Pérez Comendador realizó una composición similar para la entrada del recinto de la Exposición Iberoamericana de Sevilla.

Nimio (en el sentido de detallista) Lapoulide nos informa que esa figura no es de su autoría, sino que se limita a grabar un dibujo de Agustín López. Debe tratarse de Manuel Agustín López, dibujante que mereció una discreta celebridad en la etapa alfonsina.



Como no podía ser menos, el primer escudo que merece el apelativo de «nacional» es el de los Reyes Católicos, en el que aparecen cuarteladas las armas de Castilla, León, Aragón y Sicilia a la que se añade el emblema de Granada. Este aparece en una disposición anómala, pues Lapoulide lo sitúa en la parte inferior del centro, cuando su localización correcta es el llamado “centro de la punta”. Reproducimos el escudo en la versión original y en otra reformada de nuestra autoría y que restituye el blasón a su orden correcto.

Lapoulide añade todos los elementos externos de este escudo: el águila de San Juan Evangelista (patrono de la casa de Trastamara) como soporte, el lema del Tanto Monta, el yugo con el nudo gordiano por Ysabel y el haz de flechas fernandinas por Fernando.

 Debemos recordar que este blasón no puede calificarse en puridad como  un escudo nacional. los Reyes Católicos rechazaron el título de Reyes de España o de las Españas (La Ulterior y la Citerior del dominio romano a la que después se añadiría la Nueva España de ultramar). Primero por que Portugal conservaba su independencia (El concepto «España» incluía todas las tierras de la Península Ibérica hasta bien entrado el siglo XVIII). En segundo lugar, porque estos monarcas no unificaron sus reinos, de tal forma que cada uno conservaba sus leyes e instituciones. Por eso en la documentación aparecen como «Reyes de Castilla, de Aragón, de León, de las dos Sicilias, de Jerusalén, de Granada…”.

Un último apunte: esta nítida y gallarda reproducción del escudo de los Reyes Católicos debió influir en los heraldistas que diseñaron el blasón del régimen franquista, puede que incluso en las preferencias del propio Caudillo. Recordemos que la obra de Lapoulide tuvo una recepción bastante amplia y que no existían libros que pudieran hacerle sombra.

Lapoulide no incluye las armas de Juana y Felipe, los sucesores de los Reyes Católicos, así que hemos realizado una composición basada en otros blasones de su libro.

Felipe I el Hermoso cuartelas las heráldicas de sus padres y las de sus suegros, multiplicando los compartimentos de su blasón como no se atreverán ninguno de sus antecesores o herederos. Introduce en el blasón hispánico las armas de Austria, Tirol, Borgoña antiguo (que era un título de la familia real francesa), Borgoña moderna (en realidad se corresponden con el ducado de Turena), Flandes y Brabante.

El blasón se completaba con el toisón de oro que, desde entonces, será complemento indispensable de las armas regias. En reproducciones más suntuosas aparecía el timbre o cimera. El de los duques de Borgoña era una flor de lis, pero Felipe prefirió el león que emergía de una fortaleza propio de los reyes de Castilla. También suelen aparecer en esas figuraciones el lema Qui Voudra (Quien quiera) y sus divisas personales, la cruz de San Andrés y una piedra de pedernal de la que surgen llamas (en realidad son chispas). La cruz de San Andrés y el pedernal, más que símbolos personales, son patrimonio de la casa ducal de Borgoña, pero la primera va a convertirse en el emblema del mundo hispánico, pese a lo foráneo de su origen.

Felipe I el Hermoso ostentó el título de duque de Borgoña, pero esa región se encontraba bajo dominio francés y sin ninguna esperanza de recuperación, por lo que más bien era conde de Flandes. Por matrimonio se convirtió en rey consorte de Castilla. Todos los demás blasones de sus múltiples cuarteles son pretensiones de herencia o recuerdos dinásticos. Estas armas de territorios fantasmales van a pasar a sus sucesores complicando inútilmente las armas españolas.

Como es sabido, a la muerte de Felipe I, su suegro Fernando manda encerrar a la desventurada Juana y restaura la maltrecha unión de Castilla y Aragón. Existen escudos considerados como las grandes armas del gobierno de este rey en solitario. En ellos añade los blasones de los reinos conquistados por él: Nápoles y Navarra, en concreto en el segundo cuartel de las mismas. Su rey de armas se ve forzado a cortar  los bastones aragoneses para cobijar las cadenas navarras y sustituye a Sicilia por Nápoles. Los motivos heráldicos de este reino eran las armas de Jerusalén, Anjou y Hungría, pero se mandan eliminar las lises angevinas por razones fáciles de entender.

  

Estas armas fernandinas no aparecen atestiguadas en las monedas que nosotros hayamos contemplado. A la espera de nuevas monedas o de sellos diplomáticos que las incluyan, seguiremos pensando que este blasón es una recreación de la época de Carlos V en la que se observamos una idéntica (y problemática) inclusión de los cuarteles de Navarra y de Nápoles. Los dos escudos monumentales de la catedral de la Granada y de la Aljafería de Zaragoza (que reproducimos) son claramente posteriores a este segundo reinado de último monarca aragonés. En el primero de ellos el soporte sigue siendo el águila; en el segundo el blasón es sostenido por dos grifos. Claro está que no derivan de un hipotético modelo de grandes armas fernandinos, sino que se compusieron por separado y como homenaje al abuelo del César Carlos.

El César Carlos añade a las armas de su padre los signos distintivos del Sacro Romano Imperio: el águila bicéfala y la corona imperial. Sigue además con la tradición de las divisas. La suya son las columnas hercúleas con el lema Plus Ovltre, transcrito a veces como Plvs Vltra. Recordemos que son símbolos personales, sin referencias a dominios o territorios.

En un primer momento, el César reitera la disposición cuartelada de su padre y aprovecha esa multitud de escaques para incluir las armas del reino de Navarra y de Nápoles (que era un combinado de Hungría y Jerusalén). Posteriormente su rey de armas adopta una disposición mas sobria y reduce las armas a una única aparición (salvo Castilla y León). Esta disposición hará fortuna en la heráldica hispana, pese a que oculta dominios efectivos (como Navarra) y  sigue ostentando los llamados “de pretensión”, alguno de ellos ya convertido en mero espejismo.

Lapoulide reproduce las armas imperiales a toda página en una briosa composición. Bastante curiosa, por cierto, pues el blasón de Carlos V aparece dentro de otro escudo rodeado del toisón y con la corona imperial como remate. Añade este pie: «Escudo de Carlos I y V de Alemania. Corona imperial, águila bicéfala, negra y lampasada de gules; Toisón de oro».



Ya en la época de Carlos V los impresores comenzaron a realizar variaciones sobre las armas regias, bien para adaptarla a los títulos o contenidos de las obras, bien por reflejar los intereses localistas de estos editores, bien por simple capricho. Eb esta heráldica extravagante destaca la portada de la Hispania Victrix - Historia General de las Indias de Francisco López de Gomara publicada en Medina del Campo en 1553. La composición parece anticipar el blasón actual con las columnas hercúleas como símbolo de las tierras de Ultramar y las armas reducidas a Castilla, León, Nápoles, Aragón, Navarra, Sicilia y Granada. Representa únicamente los reinos hispánicos y los italianos asociados a la Corona de Aragón. Por cierto, que la representación de Nápoles se reduce a Jerusalén, y aun la representación de este blasón aparece simplificada.


Lapoulide no reproduce las armas de Felipe II, pues al representar las de Carlos V y las de Felipe V, considera que no se producen cambios esenciales entre unas y otras. Nosotros ofrecemos una reconstitución basada en los escudos que reproduce nuestro artista.

Entre el postrer escudo de Carlos V y el primero de Felipe II no existen más cambios que la renuncia al águila bicéfala y la sustitución de la corona imperial por la regia. Al heredar la disposición de cuarteles paterna Felipe II (y sus sucesores) persistieron en la cuestión de las armas de pretensión, privilegiando así los vínculos dinásticos sobre la representación realista de sus dominios. Señalemos que el Rey Prudente empleó también divisas, pero ya dentro de la tradición de la emblemática renacentista. Por tanto, este elemento volátil dejó de aparecer en la representación de las armas de este monarca y en las de sus sucesores.


Entre 1554 y 1558 Felipe II se convirtió en rey consorte de Inglaterra por su matrimonio por María Tudor. Las armas de ambos reinos se combinaron en un diseño partido, si bien Felipe II aún no había heredado la corona española. Para elevar a su hijo al rango de su cónyuge, Carlos I le cedió el reino de Nápoles con sus nebulosos derechos  sobre Jerusalén. De esta combinación anglohispánica reproducimos la hermosísima portada del Dioscórides del doctor Andrés Laguna (reducidas a los reinos hispánicos y Sicilia) datada en 1555 y un chelín del mismo año donde sí aparecen todas las armas que caracterizan los Habsburgos españoles. 




La aventura inglesa concluyó en 1558 con la muerte sin sucesión de María I y Felipe II volvió a emplear su heráldica propia. Se abrió un periodo de estabilidad en lar armas regias que concluyó en 1580 cuando el Rey decidió presentarse como heredero del trono portugués, aspiración que transformó en realidad al conquistar el reino lusitano ese mismo año. De todas formas, parece que las armas portuguesas no se incorporaron a las armas hispánicas hasta 1586.

 Como el escudo regio ya estaba sobrecargado de cuarteles, la inclusión de las armas portuguesas no fue nada sencilla. Las autoridades lusas exigieron un escudo partido, como un modelo de escudo matrimonial. Esta pretensión se ajustaba a los dominios y riquezas que presentaba el reino recién adquirido, pero el resultado hubiera sido la pesadilla de canteros, miniaturistas o acuñadores de monedas. Se optó por buscar para las quinas el lugar más honrado posible dentro de las armas reales, y así se colocaron en un escusón entre las de Castilla-León y las de Aragón, dando una sensación de especificidad y agregación que los portugueses aceptaron. Con los elementos originales de Lapoulide hemos realizado la siguiente recreación:

Una versión de estas armas es la que aparece coronado por tres yelmos con sus cimeras respectivas, nada menos. La práctica de emplear el timbre en la heráldica hispana resulta poco habitual y siempre está realizada por heraldistas extranjeros. Más allá de los Pirineos, sin embargo, se usan con mas frecuencia y en Alemania puede representarse más de una cimera si el escudo contiene más de un linaje. Felipe II, desde luego, tenía donde escoger  y a la cimera de Castilla y León sumó las de Aragón y las de Portugal. Ambos reinos coincidían en  lucir en sus timbres un dragón dorado.

En el reinado de Felipe II, los editores continuaron con sus caprichos heráldicos. Destaca el empleado por los impresores aragoneses Juan Pérez de Valdivieso y Simón de Portonariis y que fue esculpido en el colegio de Santiago de Huesca. Reivindica, una vez más, unas armas que representen el conjunto de los reinos hispánicos. Por otra parte, resuelve de forma admirable los problemas antes comentados del escudo partido con Portugal al incluir en esa mitad a Navarra.

Las variantes no acaban aquí ni mucho menos, pues cada dominio podía reorganizar las armas regias a su antojo a la hora de representarlas en su territorio o en la moneda que acuñaban. Algunos, además, empleaban diseños propios. Es el caso de Navarra, Milán, el Franco-Condado y todas las circunscripciones excluidas de las armas regias. Así en este ducatón milanés únicamente figuran las armas del propio Milanesado. Adviértase que se fecha en 1599 y el monarca que figura, Felipe II, había muerto el año anterior. La sustitución de las efigies regias se realizaba con bastante parsimonia.

En algunas monedas acuñadas en Castilla encontramos que la imagen del rey es sustituida por las armas de Castilla y León. Estas comenzaron, pues, a sustituir  al rey, pero acabaron empleándose como representación de toda la monarquía hispánica, acompañadas del reino de Granada que ocupa la punta. Este reemplazo no llegó al sello de plomo regio hasta la época de Carlos II. Reproducimos un real de a ocho segoviano acuñado bajo el reinado de Felipe III (1618).


Una última observación sobre la heráldica del Rey Prudente. El postergado reino de Navarra comenzó a figurar en los blasones regios franceses desde que Enrique IV (III de Navarra) unió ambos reinos en 1582. Tras varias tentativas, los dos dominios acabaron representados juntos, pero no partidos ni cuartelados. Y con un uso ceremonial, bastante limitado. Salvo en la propia Navarra, las monedas francesas nunca incluyeron esta combinación.

Felipe III mantuvo la combinación de su padre, al igual que su hijo Felipe IV. Portugal se independizó en 1640  y fueron vanos los intentos para reconquistarla. Pero siguió figurando en las armas regias, entre otras razones porque muchos e influyentes portugueses seguían militando en las filas de los Habsburgo. El reconocimiento de la independencia del país luso en 1668  y ya bajo Carlos II, no cambió el blasón, pues se podía argüir que reflejaba la herencia, no los dominios reales. Además, la corte madrileña siguió planteándose la reunificación de la península.

Finalmente, en 1683, el rey ordenó eliminar los castillos y quinas portuguesas. Desde 1680 se vivía una aguda crisis diplomática con el país vecino por la cuestión de la Colonia de Sacramento y con Luis XIV preparándose para un nuevo conflicto no era cuestión de abrir un nuevo frente. El cambio se hizo con la parsimonia acostumbrada y hubo cecas que siguieron emitiendo moneda con las armas lusas a lo largo de todo el reinado.

 El escudo volvió al primer diseño de Felipe II. Esta disposición es la que se suela atribuir a los Austrias, pero lo cierto es que la combinación que incluía Portugal fue la que más se extendió en el tiempo, cien años, de forma interrumpida y fue empleada por más reyes. De hecho, ninguna otra combinación heráldica hispana ha batido ese récord.   

                                                      

Este primer blasón de Felipe II y que Carlos II volvió a emplear dejó de usarse en 1700 a la muerte de este último monarca. Pero conoció una tercera etapa como armas del archiduque Carlos, conocido como Carlos III por sus partidarios. En principio este príncipe debió emplearlas desde 1701, pero, a efectos prácticos, el punto de partida debe colocarse en las primeras acuñaciones realizadas  a su nombre en Barcelona en 1705. Reproducimos una moneda de dos reales de esa ceca datada en 1711.

 Un curioso escudo es considerado como la única representación de sus armas como rey de España que se conserva en nuestro país. Se exhibe en el Museo del Santuario mallorquín de la Virgen de Lluch.

A partir de 1711, el archiduque pasa a ser el emperador Carlos VI. Continua con sus pretensiones al trono hispano, por lo que combina el águila bicéfala con las armas de los Austrias madrileños. Si no fuera por las lógicas diferencias de estilo, podría pasar por escudo de su antepasado Carlos V.

Como es sabido, Carlos VI siguió considerándose como rey de España hasta su muerte en 1740, pese a su derrota en la guerra de Sucesión y pese a las disposiciones de los tratados de Utrecht y Rastatt. De esta forma, en 1713 creó un Consejo Supremo de España que administraba sus adquisiciones en Italia y los Países Bajos.  En consecuencia, sus reyes de armas trazaron un abigarrado escudo repletos de cuartelados y contracuartelados en el que la mitad siniestra (la del escudo, no la del espectador) se reserva para las pretensiones (que no herencia) española. Desaparece el fantasmal Borgoña Antiguo, Borgoña moderno pasa a la otra mitad del escudo y se añaden Nápoles (representado por las lises angevinas, sorprendentemente), Jerusalén (con cuartel propio), Navarra (reino donde no encontró ni una sola adhesión) y Milán.  Añadió además dos escusones: uno el león rojo de los Habsburgo y el de Cataluña (mal interpretadas  por los heraldistas actuales como las propias de Barcelona), suponemos que por la lealtad demostrada a su causa. 

Sus sucesores renunciaron a la corona española, si bien siguieron empleando el toisón de oro en sus blasones. Las armas hispanas continuaron luciéndose en ellos, si bien en un lugar cada vez menos prominente. Reproducimos el blasón del Imperio Austriaco en 1804, cuando estaba recién inaugurado.

Pero volvamos a España y a ese año 1700 en el que muere Carlos II y se entroniza Felipe V. Este introduce las armas de los Borbones, o más concretamente unos de sus “apanagios” o infantazgos: el ducado de Anjou. A las tres lises de oro colocadas sobre fondo azul de los reyes de Francia añade una bordura roja como marca distintiva. Reproducimos la versión que realiza Lapoulide.

Estas armas ocupan el lugar central del blasón hispánico, en un escusón. Este añadido desplaza al león de Flandes y el águila del Tirol del escusón situado en la parte inferior de la heráldica regia a la punta de este, donde ocupan ahora cuarteles separados. Lapoulide reproduce la nueva disposición.


El Toisón de Oro (ahora dividido entre los reyes de España y el Imperio) sigue bordeando el blasón regio. Pese a que las normas de su uso prohibían pertenecer (y mucho menos lucir) otras órdenes, los Borbones españoles combinan los eslabones del Toisón con el collar de las armas de la orden francesa del Espíritu Santo. En el relieve que adjuntamos como ejemplo esta condecoración queda reducida al medallón central.


Las innovaciones, o, mejor dicho, añadidos extranjerizantes, no acaban aquí. El escudo muestra con frecuencia una punta pronunciada (según modelos franceses), adquiere formas redondeadas u ovaladas e incluso aparece un curioso diseño con un estrechamiento en la parte central y unas prolongaciones en la parte superior que se cataloga en los tratados de heráldica como uno de los modelos propios de España.  Lo ilustramos con una moneda de ocho escudos acuñada en Sevilla en 1730.

Felipe V sentía la grandeur francesa como algo suyo. Si a esto se suma el apogeo que vivió el barroco en su reinado no debe extrañarnos la complicación y el abigarramiento de las composiciones heráldicas realizadas bajo su reinado. Sobre estas transformaciones, Lapoulide señala lo siguiente:

«Felipe V importó el manto real rojo, sembrado de oro y forrado de arminios, [sic] que aparecía a veces, como fondo del escudo. Lleva el Toisón de oro al lado del cual no se podría poner ningún otro collar ni condecoración.

Podían figurar en él, el lema “Asolis ortu usque ad ocassum” y el grito de guerra “Santiago”.»

Esta composición denominada “Armas Grandes de España” es, más bien, una ficción de los heraldistas que un blasón que se usase de forma estatal o dinástica. Incluimos el que aparece en el monumental artículo “España” de la Enciclopedia Espasa y que parece realizado para Alfonso XIII, si bien este monarca no ostentó (ni pudo ostentar) la orden del Espíritu Santo. Su inclusión contraviene lo dicho por Lapoulide.

Tanta pompa y boato no deben hacernos olvidar primero las renuncias territoriales realizadas en la paz de Utrecht y segundo  los sucesivos decretos de Nueva Planta que eliminaban los reinos de la Corona de Aragón como entidades propias. Felipe V es el primer monarca que se titula rey de España, o, más bien, Rey de las Españas (suponemos que de la europea y del virreinato americano septentrional).

Todo el prolijo armorial heredado de sus antepasados pasa a ser de pretensión menos Castilla, León, Granada (que en puridad nunca fue reino pues no tenía instituciones propias) y el escusón de la casa de Borbón-Anjou. Hubiera sido un momento adecuado para actualizarlo y de paso incluir a Navarra, que se había mostrado fidelísima a la causa borbónica. No obstante, se siguió con las armas de los Austrias por legitimar el cambio dinástico y porque nunca se reconoció la pérdida de los dominios flamencos, borgoñones e italianos. Respecto a la cuestión navarra, si se planteó, se hubieran producidos roces con los monarcas franceses, por lo que se dejaron las armas como estaban. En suma, todo siguió igual, aunque en el escudo primaba cada vez más lo fantasmagórico sobre la realidad geográfica.

Ante un escudo tan complejo y tan poco representativo, las armas del Reino de Castilla (ahora con el escusón de la dinastía) se emplearon cada vez con mayor frecuencia como emblema del reino. Una muestra es esta moneda sevillana de cuatro escudos acuñada igualmente en 1730.






sábado, 8 de octubre de 2022

Annie Ernaux, Premio Nobel de Literatura 2022

 


Cuando a las 13.00 horas del pasado día siete (jueves) un representante de la Academia Sueca leyó el nombre de Annie Ernaux, tanto los noticiarios como las redes sociales no mostraron excesiva sorpresa. Pues la candidatura de esta escritora francesa sí que aparecía en el ranquin de premiables y sí que la habían tomado en consideración las casas de apuestas. Concretamente, ocupaba el noveno puesto y su puja se pagaba a 21 €.

 “Considero que esto es un gran honor para mí y al mismo tiempo una gran responsabilidad, una responsabilidad que se me ha otorgado”, dijo la autora en comunicación con la televisora sueca SVT. Anteriormente ya había manifestado que no deseaba recibir el galardón y que si le era concedido lo acogería con tristeza.

La prensa, y las redes sociales han recurrido a las supuestas cuotas y a la tiranía de las estadísticas. Parece ser que desde 2017 se ha establecido de forma oficiosa la alternancia entre varón y mujer y este año debía ser premiada una escritora. En los ciento veinte y tres años de existencia de este premio es la decimoséptima mujer que recibe el galardón y la decimosexta representante de la lengua francesa, o la decimoquinta, pues Jean-Paul Sartre no   lo aceptó. El francés es el segundo idioma más representado (o sobrerrepresentado en palabra de algunos críticos) en el listado de los premiado, tras el inglés. No obstante, Francia es el país en el que más veces ha recaído el galardón. Ernaux es la primera fémina en esa pléyade de escritores galos.

Lo cierto, es que como Louise Glück y Abdulrazak Gurnah, los ganadores del premio de los dos años anteriores, se trata de una candidata lógica, de las de toda la vida. Una autora más que consagrada (acaba de cumplir los 82 años) con una consolidada producción literaria, que goza de reconocimiento en el mundo de los escritores y editores. Como Glück y Gurnah combinó la creación con la docencia, si bien Ernaux trabajó primero en la secundaria y después en un Centro para la Educación a Distancia.  Su labor como profesora se extiende a lo largo de treinta y tres años, que se dice pronto (1967 – 2000).  Desde su jubilación, se ha concentrado en exclusiva en la escritura, continuando su ya extensa lista de publicaciones.

Annie Ernaux nació en 1940 en un pequeño pueblo de Normandía, Lillebonne. Era la segunda hija de un matrimonio de trabajadores —la primera había muerto de difteria a los seis años en 1938—. A esa hija única, hasta donde ella supo durante años, dedicaron sus esfuerzos y en ella depositaron sus esperanzas: querían que ella lograra el ascenso social que ellos apenas habían comenzado al abrir la tienda-bar en Yvetot, un pueblo de unos 7.000 habitantes, y se concentraron en darle la mejor de las educaciones posibles a su alcance. La niña, Annie, de soltera Duchense, estudió en la Universidad de Rouen y obtuvo una plaza como profesora en 1967. Su padre murió dos meses después de que ella obtuviera el puesto. Su madre murió en 1986, enferma de alzhéimer y de cáncer. En 1974 publicó su primer libro, Los armarios vacíos, una novela sobre una estudiante que aborta de manera clandestina que firmó con el apellido de su marido y que ya no ha abandonado: Ernaux.

El matrimonio con Philippe Ernaux se celebró en los años sesenta. La pareja tiene dos hijos en común, Éric y David. El matrimonio acabó con el divorcio a principios de los años 80, tras diecisiete años de vida en común. En el año 2000 se retiró de la docencia para dedicarse a la escritura, como queda dicho.  La escritora reside desde 1975 en la periferia parisina, en concreto en Cergy-Pontoise, una ciudad suburbial de nuevo cuño, una ville nouvelle, en la terminología francesa. Un sitio sin historia, peculiar elección para una escritora obsesionada por la memoria

Mats Malm, el secretario permanente de la institución de los Premios Nobel, cuando anunció el veredicto, señaló que la escritora francesa se hizo merecedora del galardón “por la valentía y la precisión clínica con la que desvela las raíces, los extrañamientos y las trabas colectivas a la memoria personal”. Esa justificación parece salida de la boca de la propia Ernaux, que cree que la literatura debe funcionar “como un cuchillo”. La autora escribe con el bisturí en la mano, siempre dispuesta a tocar el hueso, a llegar “hasta el fondo de una determinada verdad”.

El resultado ha sido una obra minuciosamente elaborada a lo largo de las últimas cinco décadas y situada a medio camino entre la narrativa y las ciencias humanas, donde la historia y la sociología cuentan tanto como el recuerdo individual. Ernaux está convencida de que es imposible disociar ambas cosas. Se dirá que este es el primer Nobel que premia la autoficción, un subgénero que ella ha alimentado más que nadie, aunque la escritora reniegue de esa etiqueta y de todo lo que la encierre en su mera biografía. En realidad, su supuesta literatura del yo ha adoptado, a menudo, otros pronombres: tú, él, ella, nosotros, el impersonal on que tanto abunda en francés.

La noción de traición social respecto a sus orígenes humildes, de lo que ella define como un transfuguismo de clase, atraviesa la trayectoria de esta hija de modestos tenderos de un pueblo de Normandía, que vendían patatas para que ella “pudiera sentarse en un anfiteatro universitario para escuchar hablar de Platón”, como dejó escrito en Una mujer. Los paisajes de Ernaux —las ciudades residenciales del extrarradio lejano de París, los trenes de cercanías que llevan a los trabajadores precarios a la gran ciudad, las superficies comerciales impersonales, los pequeños pueblos en declive de su región natal— son los paisajes de la Francia de los desfavorecidos, la Francia periférica, en palabras de el geógrafo Christophe Guilluy.

La Academia aplaude el tratamiento que la escritora hace de temas como el amor, el pudor, la humillación, los celos o la identidad. Se percibe en obras como La vergüenza -donde aborda la mediocridad de la familia-, Memoria de chica -sobre su juventud y la iniciación en el sexo-, El lugar -su etapa como profesora y la muerte de su padre-, El acontecimiento -el aborto clandestino que sufrió a sus 23 años como ya anotamos-, Pura pasión -la fuerza del deseo-, La mujer helada -el final del amor y la resignación sobre los cuidados-, No he salido de mi noche y Una mujer -el Alzheimer de su madre-, El uso de la foto -su cáncer de mama- o Los años -los cambios en la sociedad francesa-. Este último, de 2008, se considera una obra maestra.

Lo cierto es que la obra de Ernaux empezó a recibir una mejor acogida con la entrada al nuevo milenio. Durante las décadas anteriores, el hecho de que escribiera desde la experiencia femenina -sin tapujos, con crudeza y desgarro sobre los sentires del alma y el cuerpo- la relegaba a un escalón inferior, hasta tal punto de que se le conocía como “la paria de la literatura francesa”. Y a esto se sumaban sus ideas políticas, ya que se define como una mujer de "extrema izquierda", "He tenido enemigos de los que estoy orgullosa. Venían de la derecha, pero también de la izquierda caviar”. Ernaux no ha vacilado en realizar encendidos pronunciamientos políticos o manifestar públicamente su apoyo a tal candidato o a las causas que le parecían importantes. Este activismo ha sido malinterpretado y algún crítico la juzga como ultrafeminista o woke. Sin despreciar estas ideologías, habrá que señalar que nuestra escritora se encuentra en las antípodas de estos movimientos.

Concluimos señalando que la obra de Annie Ernaux ha sido editada en su integridad por Gallimard. Distinta es la situación en nuestro país, pues ha encontrado cobijo en diferentes sellos españoles: la editorial Sagitario, hoy desaparecida, Seix Barral, Herce y dos sellos independientes: KRK y Cabaret Voltaire. Esta última tiene actualmente todos los derechos. Aunque se han traducido al español sus títulos más resonantes: Una mujer, El lugar, El acontecimiento, La Vergüenza, La ocupación, Los años, La otra hija, La mujer helada… aunque quedan obras que no conocen una versión en nuestro idioma como L' Atelier noir o Écrire la Vie.

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 La imagen tiene como autor al artista sueco Niklas Elmehed, ilustrador de los premios Nobel. La hemos encontrado en la siguiente página:

https://www.julianmarquina.es/annie-ernaux-ganadora-del-premio-nobel-de-literatura-2022/

 

 

lunes, 3 de octubre de 2022

Convocatoria del Séptimo Concurso de Relatos de Terror

 


Un año más, la Biblioteca Nulla Dies Sine Linea propone este certamen literario basado de relatos cortos sobre el miedo, la intriga y el desasosiego. Animamos a los escolares que lean esta reseña a que participen. A los profesores les pedimos que la divulguen y que estimulen a sus alumnos a competir en esta actividad de animación lectora. Convocamos también a padres y madres. Estamos seguros de que en su adolescencia disfrutaron lo suyo leyendo a autores de este género y rogamos que inicien a sus hijos en estas apasionantes lecturas y que piensen que su retoño puede ser un Stephen King en potencia.

 En años precedentes hemos alcanzado unos niveles muy estimables tanto de participación, como de calidad en las obras presentadas. Esperemos que el concurso del presente curso logre, al menos, estar a la altura de los anteriores.

BASES  

1.      El concurso va dirigido a alumnado de Secundaria, Bachillerato y Ciclos Formativos.


2.     Se entregará escrito a ordenador en un folio a una cara como mínimo y dos caras como máximo con el tipo de letras que se prefiera, siempre que el tamaño sea doce.


3.     El plazo de entrega de trabajos finalizará el lunes 24 de octubre.


4.    El alumno participante  entregará el relato a su profesor de Lengua que se encargará de hacerlo llegar a la biblioteca del centro. En el caso de los Ciclos Formativos pueden dejarlo en manos del bibliotecario de recreo.


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 Procedencia de la imagen:


www.flickr.com/photos/136487506@N03/52088100366/in/dateposted/

 

 





 

jueves, 29 de septiembre de 2022

El Día Internacional de la Traducción

 


El Día Internacional de la Traducción se celebra cada año el 30 de septiembre, fecha en que se conmemora el fallecimiento de San Jerónimo/Jerónimo de Estridón, santo patrono de los traductores por emprender la composición de la Vulgata, la versión más conocida de la Biblia en latín. La celebración ha sido promovida por la FIT (Federación Internacional de Traductores) desde la creación de esta asociación en 1953. En 1991 la FIT lanzó la idea de un Día Internacional de la Traducción oficialmente reconocido, para mostrar la solidaridad de la comunidad de traductores en todo el mundo en un esfuerzo por promover la profesión de traductor en los diferentes países.

En 2017, la Asamblea General de las Naciones Unidas aceptó el reto y decide declarar el 30 de septiembre Día Internacional de la Traducción e incorporar esta conmemoración a su calendario de efemérides. Con esta declaración se reconoce la labor de los intérpretes y profesionales lingüísticos y al importante papel que desempeñan en acercar a las naciones, También se quiere rendir un tributo a los traductores profesionales, responsables de trasladar de un idioma a otro una obra literaria o científica.

Desde 2014 la FIT viene escogiendo un lema para esta efeméride. El de 2022 es Un mundo sin barreras: El papel de los profesionales de la lengua en la construcción de la cultura, el entendimiento y la paz durarera (A World without Barriers: The Role of Language Professionals in Building Culture, Understanding and lasting Peace).

A partir de ese lema, convertido en fuente de diseño e ilustración, el Consejo de la FIT convoca un concurso anual de afiches. El ganador de este año ha sido un español, el madrileño José Luis Pulido Calvo. Reproducimos a continuación la obra que le ha otorgado la victoria.



Bien vienen todos estos reconocimientos para un oficio que, tradicionalmente, ha oscilado entre la invisibilidad y la mala fama, con el tópico de traduttore traditore como perpetuo baldón. El lector avezado recordará las pésimas versiones hispanas de los clásicos infantiles británicos o las pintorescas versiones realizadas de Agatha Christie y otras figuras de la literatura de kiosco. Pero este anecdotario pulp no debe ocultar la trascendencia de una labor que ha forjado algunos de los episodios más gloriosos de nuestra historia, en particular las medievales escuelas de Traductores de Toledo y de Sevilla, o la traducción de la Biblia al castellano realizada por los monjes del monasterio de Santiponce y que culminaría en la Biblia del Oso de Casiodoro de Reina, uno de los monumentos de la literatura de nuestro Siglo de Oro.

El Día Internacional de la Traducción no solo sirve para reavivar pasadas glorias. Nos recuerda una realidad cada vez más acuciante. La propia ONU al reconocer la jornada visibiliza el ejército de trabajadores de este sector que sirven en esta institución y en sus filiales. Los medios digitales prestan un valioso servicio en esta tarea, pero, a día de hoy, todavía se encuentran muy lejos de aportar los matices que el intérprete avezado domina y la seguridad que aporta su trabajo. El exceso de literalidad, los falsos amigos, los dobles sentidos son trampas en las que la cacareada inteligencia artificial cae a las primeras de cambios. Por poner un ejemplo, la revolución de las series servidas por plataformas digitales no sería posible sin la celeridad de los traductores que trabajan desde sus casas para acortar los plazos de entregas o sin la disponibilidad de los redactores de subtítulos o los actores de doblaje.

De la misma forma que creíamos factible llegar a un traductor universal, también dábamos por hecho que el inglés sería el idioma universal, el nuevo latín, la lingua franca que sancionaría el triunfo de Occidente y el fin de la historia. Hoy vemos como el castellano recupera terreno y plantea batalla, mientras el chino, el ruso o el árabe exigen cuotas de representación cada vez mayores. Repetimos que, en estas circunstancias, el traductor, el intérprete y el actor de doblaje son obligados compañeros de viaje. En una globalización cada vez más descarnada, el conocedor de dos (o más) idiomas adquiere una reverencia digna de los héroes o los sacerdotes. Existen palabras para todo y reivindicamos el olvidado término truchimán para estos pontífices del entendimiento.

El Día Internacional de la Traducción es una de las efemérides vinculadas con el libro y la lectura que el Centro Andaluz de las Letras conmemora cada año en colaboración con otras entidades y asociaciones. Hasta el momento, la jornada se ha celebrado siempre en Málaga, en la propia Sede del Centro Andaluz de las Letras y con una conferencia como acto central. Suman ya nueve años (y consecutivos) en los que se ha contado como conferenciantes a traductores literarios de reconocido prestigio. Muchos de ellos cuentan con el Premio Nacional de Traducción y otros grandes reconocimientos.

En el presente 2022, el Centro Andaluz de las Letras, y en colaboración con ACE Traductores (sección autónoma de la Asociación Colegial de Escritores de España) y el Máster en Traducción para el Mundo Editorial de la UMA y con el apoyo de la asociación Cedro conmemora el Día Internacional de la Traducción con la conferencia «Del texto original a los lectores: primera escala, la traducción» a cargo de la profesora de traducción Carmen Francí. La fecha es el propio día 30 de septiembre y de la presentación del acto se encargará el traductor y editor Elías Ortigosa Román.

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 La imagen es un collage realizado por la artista francesa Nadia Diz Grana. La procedencia de la imagen es la siguiente:

https://courier.unesco.org/zh/articles/fanyilianjieshijie

martes, 27 de septiembre de 2022

Inicio del Curso 2022 - 2023

 


Esta reanudación de nuestras actividades comienza con la mejor de las noticias:  las medidas de prevención y control de la pandemia, cuya aplicación ya se había ido relajando a lo largo del pasado curso, no se mantienen y nuestra biblioteca, como todo el Centro, vuelve a la normalidad anterior.


Vuelve, pues, ese recreo multitudinario  en el que nuestra biblioteca servía de sala de lectura, lugar de estudio, consulta de internet para trabajos y sede de los jugadores de ajedrez. Volvemos, igualmente, a poder prestar el servicio de sala de estudio en horario escolar para alumnos que convalidaban y, de forma excepcional, cuando faltaba algún profesor. En ningún caso se aplicarán restricciones de aforo.


Estos usos suponen el cese de la biblioteca como aula de convivencia. Ciertamente, no vamos a echar de menos esta ineludible solución. 


Todas las restricciones sobre sacar a los alumnos de sus clases o mezclar escolares de grupos diversos, forman ya, afortunadamente, parte del pasado y disponemos de todas las facilidades para realizar actividades. Estas circunstancias se revelan óptimas para afrontar una serie de profundas reformas. Tras dos años de forzada inactividad y con una nueva coordinadora, Ángela Martínez, queda claro que nuestro principal objetivo es recuperar el esplendoroso ritmo que se alcanzó en 2019. Pero resulta evidente que esta meta tardará su tiempo en conseguirse. Y que mientras se llega a ella, habrá actividades de años anteriores que volverán a realizarse, otras que sufrirán cambios y otras que no serán reanudadas. Y es que una biblioteca de instituto bien gestionada debe ser modelo de cambio y de continuidad. 


Estas lecciones las tenemos muy bien aprendidas profesores que trabajamos en la biblioteca. El equipo de este año es el siguiente:


- Manuel Arroyo Jaraba

- Daniel Carmona Gómez

- Aurelia Díaz Ramírez

- Juan Farfán Espuny

- Inmaculada García Barrera

- Rocío Jiménez Arce

- Ángela M.ª Martínez Villegas (coordinadora)

- Francisco Martín Martín

- Francisco Palomares Merino

- Marcos Tovar Urbina 

- José Enrique Viola Nevado


Se observará que este elenco, con algún que otro cambio, viene a reiterarse año tras año. Evidentemente la familiaridad con la biblioteca resulta conveniente porque agiliza el reparto de tareas y garantiza que estas labores se lleven a cabo con eficacia. Como en años precedentes, se ha procurado que la selección represente el panorama de departamentos didácticos del Vélez.


Como incorporación, destaca Marcos que se ha mostrado ansioso por entrar en nuestro equipo y desde el primer día ha mostrado su interés por trabajar en todos nuestros proyectos.


Por desgracia, tenemos que hablar también de despedidas. No contamos en este curso ni con Feli ni Encarna ni con Carolina Wic. Los que hemos trabajados codo con codo con ellas, ciertamente vamos a echarlas mucho de menos. 


Con la supervisión del equipo directivo se ha diseñado el siguiente horario de guardias de biblioteca:



Se observará que se han suprimido las guardias de primera y última hora. Estaba claro que la vuelta a la normalidad exigía algún sacrificio y este ha consistido en reducir el equipo de la biblioteca para reforzar el recién creado  grupo de convivencia. Por quién más sentimos esta reforma es por los alumnos de Ciclos que tienen horas sueltas y que dependen del autobús para desplazarse a sus pueblos. Cuando menos, hemos conseguido que el profesorado de guardia abra la biblioteca a primera hora.


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La ilustración que encabeza esta entrada se titula assorted-title book lot, stacked of assorted-title book forming round hole in the middle. Procedencia de la imagen:


https://www.wallpaperflare.com/assorted-title-book-lot-stacked-of-assorted-title-book-forming-round-hole-in-the-middle-wallpaper-sjk




domingo, 25 de septiembre de 2022

Ángela Martínez Villegas, nueva coordinadora de la Biblioteca

 


Como ya informábamos, Feli se ha despedido de nosotros en este curso para acercarse un poquito más a su casa. La profesora Ángela Martínez Villegas ha asumido el reto de continuar la gestión de la biblioteca y la animación de la lectura  y se ha convertido en  la nueva Coordinadora de Biblioteca.

 Ángela lleva ya muchos años trabajando en la Biblioteca, punto menos desde que llegó al Centro. Hay años en que, por culpa de otros compromisos, no hemos podido contar con ella, pero, siempre que ha podido, ha solicitado estar en el equipo de los profesores que gestionan la Biblioteca, señal de su compromiso con esta institución.

 A lo largo de todo este tiempo, Ángela ha desempeñado una labor callada y competente sellando y catalogando libros. De hecho, es de las / los  pocos docentes del Vélez que realizó el curso sobre esta tarea y cuenta con la correspondiente acreditación oficial al respecto. Pero su labor se extendió también a otros ámbitos. Destaca la composición de carteles y a la presentación en redes sociales de las actividades de la biblioteca, labor que desempeñó de forma completamente innovadora. No podemos olvidarnos, tampoco, de su participación entusiasta en todas las performances de nuestra institución, en especial el Cementerio de los Libros Olvidados.

Contamos, pues, con una profesional más que preparada para proseguir la labor de Feli y para renovarla cuando crea necesario, pues la biblioteca crece y vive cuando se adapta a los tiempos.

 Por lo pronto se encuentra con el primer curso libre de todas las restricciones impuestas por el COVID. La biblioteca deja de ser aula de convivencia, recupera su aforo y dispone de entera libertad para planificar sus actividades. Obviamente, este paso implica una fase de tránsito en la que  la biblioteca vaya recuperando poco a poco la actividad que mantenía antes del inicio de la pandemia.

Para cumplir con estos objetivos, la nueva coordinadora cuenta con un grupo de profesores comprometido y eficaz. Con su ayuda estamos seguros de que Ángela se colocará a la altura de sus predecesoras: Lola Roldán, Miriam Alcantarilla y Feli González.

lunes, 5 de septiembre de 2022

Feli González: Semblanza de una bibliotecaria

 


La labor de gestionar la biblioteca resulta muy gratificante, pero no olvidemos que se trata de una tarea ardua, de tal forma que ocuparse de su coordinación, no es ni mucho menos un premio o una sinecura. El recuerdo de quienes la han ejercido es memoria de personas altruistas y entusiastas.

Habría pues que remontarse al curso 2006-2007 cuando Lola Roldán comenzó su andadura como coordinadora de biblioteca. Evidentemente, la biblioteca ya existía desde hacía mucho antes, pero su funcionamiento se limitaba a almacenar libros y a ponerlos a disposición de los pocos lectores existentes ya sea en la sala de lecturas o fuera de ella mediante un anquilosado servicio de préstamo.

Lola Roldán significó para la biblioteca una verdadera revolución. Catalogó entonces todos los libros, puso en marcha el abies, inició el grupo de alumnos ayudantes, dinamizó las actividades, buscó celebraciones para los días más señalados del calendario escolar..., en fin, convirtió la biblioteca en lo que es ahora.

Lola Roldán dejó el Vélez en el curso 2009/2010. Fue para acercarse un poquito más a su casa, como decimos los profesores. Le sucedió en el cargo Isaac Páez, que tuvo que abandonar el cargo al poco tiempo por una incompatibilidad burocrática. Llegó el turno entonces de Miriam Alcantarilla. Esta profesora se propuso conservar y continuar el legado roldaniano y lo consiguió. A los certámenes y actividades ya existentes unió otros nuevos, en especial el Cementerio de los Libros Olvidados y Las Jornadas del Cómic. Promovió, además, un grupo de profesores comprometido y eficaz.

A inicios del curso 2017/2018 Miriam Alcantarilla se vio obligada a abandonar la coordinación de la biblioteca para asumir un destino aun más ingrato: su participación en el Equipo Directivo del Vélez. Fue entonces cuando Feli González asumió el reto.

Si la reseña de su labor al frente de la Coordinación de la Biblioteca ha exigido esta hazañosa introducción, es para marcar la continuidad con la gestión de sus predecesoras. Al igual que Miriam, Feli ya llevaba años desempeñando una labor tan callada como competente en el equipo de profesores y conocía sobradamente las líneas maestras de la administración de la biblioteca de nuestro IES.

Y las conocía también que, sin rubor, puede afirmarse que las llevó a la plenitud. Los certámenes como el Nulla Dies Sine Linea suscitaron una verdadera avalancha de participantes. Actividades como los ya citados Cementerio de los Libros Olvidados y Las Jornadas del Cómic conocieron un esplendor desconocido. Cada recreo, la biblioteca llegaba al lleno absoluto de alumnos y el servicio de préstamo experimentó una subida sin asíntota. Queremos remarcar que estos logros deben ser contemplados como éxitos de Feli, pero también como remate de una labor iniciada mucho antes por sus predecesoras.

Feli también puso en marcha iniciativas propias como las campañas Un libro, una ilusión o Lecturas destacadas. Sus exposiciones en el pasillo principal ya fueran por el Día de la Lectura en Andalucía, Las Jornadas del Cómic o por otras efemérides fueron un modelo de inventiva y preparación. Deben mencionarse también la actividad de Intercambio de Libros y el concurso Cara-Libro, que, si no fueron idea suya, contaron con su colaboración más decidida.

Los logros de su gestión no acaban ahí. Continúo la labor de seleccionar un grupo de profesores, hasta perfilar un equipo marcado por el compromiso con la biblioteca y la animación lectora. Paralelamente, enriqueció la biblioteca con un acervo impresionante de libros. En su selección buscó tanto la satisfacción de nuestros jóvenes lectores como la de perfilar un panorama representativo de la literatura universal, un difícil equilibrio entre las novedades del momento y los imperecederos clásicos. En esto, como en otras tantas acciones se evidenciaba un auténtico amor por los libros y un consiguiente esfuerzo por animar a su lectura.

No podemos olvidarnos del paso del Abies al Séneca. Esta reforma exigió un considerable trabajo que se prolongó durante más de un curso. Afortunadamente tanto la coordinadora como su equipo demostraron estar a la altura del reto.

Y llegó marzo de 2020. Y la temporada de auge que hasta entonces vivía la biblioteca se trocó en desolación. Cuando volvió a abrir sus puertas en septiembre de 2020, fue como sombra de lo que había sido. Sobrevivió como aula de convivencia y se vio sometida a terribles rigores en cuanto al aforo de lectores. Este panorama se ha prolongado durante dos largos cursos, 2020-2021 y 2021 -2022.

No obstante, en este periodo de aflicción nuestra coordinadora no se arredró. Es más, dio entonces las muestras más evidentes de su talento y de su compromiso con la empresa civilizadora que significaba la biblioteca. Consiguió que la biblioteca continuara abierta, mantuvo el servicio de préstamo y demostró tanta tenacidad como inventiva para ir reflotando las Jornadas del Cómic y otras actividades de animación lectora.

Como antaño Lola Roldán, Feli se despide de nosotros en este curso para acercarse un poquito más a su casa. Nos deja una biblioteca bien gestionada, plenamente recuperada de las estrecheces de la pandemia y con un equipo de profesores coordinado y rebosante de entusiasmo. Nos cede también varias hornadas de escolares que, bajo su férula, han aprendido a disfrutar de la lectura, a iniciarse en la creación literaria o a manejar las claves del arte de la historieta.  Que la pena que nos causa su ausencia se redima en continuar todo este impresionante legado.