jueves, 7 de abril de 2022

La Cruz (Oda de Gertrudis Gómez de Avellaneda).

 


              LA CRUZ

¡Canto la Cruz! ¡que se despierte el mundo!

¡Pueblos y Reyes, escuchadme atentos!

¡Que calle el universo á mis acentos

                   Con silencio profundo!

¡Y tú, supremo autor de la armonía,

Que das sonido al mar, al viento, al ave,

Presta viril vigor á la voz mia,

Y en torrentes de austera poesía

El poder de tu Cruz deja que alabe!

 

¡Tiembla la tierra, se conmueve el cielo

De este nombre al lanzar eco infinito,

Que aterroriza al inmortal precito

                 En su mansión de duelo!

¡Canto la Cruz! el ángel de rodillas

Postra a tal voz la inmaculada frente;

Tú, escelso querubín, tu ciencia humillas,

Y del amor las altas maravillas

Absorto adora el serafín ardiente!

 

¡Alzad, alzad vuestro pendón de gloria,

Oh de la fé sublimes campeones!

¡Alzadlo y á su sombra las naciones

                Cantarán su victoria!

 

¡Alzadlo, que el clamor no le amedrenta

Que exhalen de impiedad negros vestiglos...!

¡Sangre de un Dios por púrpura presenta,

Y por sagrado pedestal se asienta

En la cerviz de diez y nueve siglos!

 

¡Alzadlo vencedor! esa es la enseña

Ante la cual temblaron las montañas,

La tumba abrió sus lóbregas entrañas,

                           Se quebrantó la peña!

Viéndola el sol, del Gólgota en la cumbre,

Lecho de muerte al hijo del Eterno,

Veló asombrado la radiante lumbre;

Y al ver cesar la antigua servidumbre

De la culpa de Adán, rugió el infierno.

 

¡Alzad, alzad vuestro estandarte regio,

A cuyo aspecto hundiéronse al abismo

Los dioses del antiguo paganismo,

                   Desde su Olimpo egregio!

¡Alzadlo cual lo alzó resplandeciente,

Como emblema de triunfo Constantino

Sobre el cesáreo lauro de su frente,

Las águilas de Roma armipotente

Párias rindiendo al lábaro divino!

 

¡Alzadlo cual lo vio, firme, constante,

Más fuerte que las haces de los Reyes,

Entre escombros de pueblos y de leyes,

                             El bárbaro triunfante!

¡Holló de sus bridones con las plantas

El esplendor de Europa, envejecido

Con tantas lides, con hazañas tantas...!

¡Mas de esa Cruz ante las aras santas

El ruego al vencedor dictó el vencido!

 

¡Alzadlo cual se alzó, piadoso y bello,

A ennoblecer bajo su blando yugo

El que al destino descargar le plugo

                     De América en el cuello.

Dio un paso el tiempo, y a su influjo vário,

Que tan pronto derroca como encumbra,

No es ya de un mundo el otro tributario...

Mas inmutable al signo del Calvario

El sol del Inca y del Azteca alumbra!

 

¡Alzadlo, que su apoyo necesita

La vacilante humanidad! ¿Do quiera

No la veis, a la vez medrosa y fiera,

                    Cuán incierta se agita?

Su audaz anhelo á  su flaqueza espanta,

Y arrastrada por vértigo profundo,

En convulsiones su vigor quebranta,

Hoy derrocando lo que ayer levanta

E inútilmente estremeciendo al mundo.

 

¡Alzad la Cruz, que el porvenir encierra

De esa infinita multitud! ¡sus brazos,

Que solo brindan fraternales lazos,

                       Afirmarán la tierra!

¡Alzad la Cruz que de la especie humana

Vincula los destinos en su nombre!

¡Alzad la Cruz de donde el bien emana,

Y do se ostenta en acta soberana

La verdadera libertad del hombre!

 

Aunque entre sangre se presenta adusta,

La paz sustenta y al amor anida;

Instrumento de muerte engendra vida,

                     Y es luz su sombra augusta.

Dique opone al poder y lo afianza;

El debil se hace fuerte de ella armado;

Por ella sola la igualdad se alcanza,

Que de sus brazos la eternal balanza

Pesa á la par el cetro y el cayado.

 

Allí también la soberana diestra

Pesó el valor del mundo... ¡Oh maravilla

Que si del hombre la razón humilla,

                          Su dignidad demuestra!

[¡] Sí! pesó al mundo la eternal justicia;

Pesólo por romper el que lo abate

Yugo cruel, de la infernal malicia,

Y en él tan grande amor cargó propicia

Que una vida inmortal fué su rescate!

 

                            * * *

 

  ¡Por eso en los ásperos brazos

Del leño sagrado se ostentan,

Las manos que al orbe sustentan,

Las manos que rigen al sol!

    ¡Por eso en gemidos se ahoga

La voz que á la nada fecunda,

Velada por sombra profunda

La luz de la gloria de Dios!

 

    ¡Tu espiras, oh autor de la vida!

La muerte contigo se ensaña...

¡Mas rota quedó la guadaña

Al darte su golpe cruel!

    Subiendo a tu trono sangriento

Su trono funesto derrumbas...

¡Los muertos, dejando sus tumbas,

Recogen tu aliento postrer!

   

 El Rey de la tierrra probando

Del fruto del árbol de ciencia,

La muerte nos dió por herencia,

Y esclavos nos hizo del mal.

    [¡] El Rey de los cielos, cual fruto

Del árbol de amor, nos convida:

La patria nos vuelve y la vida,

Por padre al Eterno nos da!

 

    ¡Florece, árbol santo, que el astro

De eterna verdad te ilumina,

Y el riego de gracia divina

 Fomenta tu inmensa raiz!

    ¡Florece, tus ramas estiende

La estirpe de Adán fatigada

Repose, á tu sombra sagrada,

Del uno al opuesto confín!

 

   ¡Te acaten pasando los siglos,

Y tu los presidas inmoble,

Y toda rodilla se doble

En faz de tu eterno vigor!

    El cielo, la tierra, el abismo,

Se inclinen si suena tu nombre

¡Tú ostentas á Dios hecho hombre!

¡Tú elevas el hombre hasta Dios!

 

Gertrudis Gómez de Avellaneda, abril de 1849.


Sobre la composición de este canto y las impresiones que suscitó su primera declamación, contamos con este testimonio redactado por la propia autora:

«La Cruz fue concebida por mí para ser leída en la sesión religiosa extraordinaria que se celebró en el Liceo Artístico y Literario de Madrid, en la noche del 3 de abril de 1849 [Martes Santo]. El público asistente, electrizado por la fuerza interpretativa que puse en aquella lectura, y a pesar del recogimiento por la Semana Santa, me ofreció la mayor ovación jamás escuchada en el famoso recinto madrileño... Algún que otro poeta presente en aquel salón, se dejó los guantes de tanto aplaudir. La prensa al día siguiente se hacía eco de la noticia, el poema me elevó, entonces, a la cúspide del parnaso español.»

Fue incluida en la obra Poesías de la excelentísima señora D. ª Gertrudis Gómez de Avellaneda y Sabater. Imprenta Delgrás Hermanos, Madrid, 1850. Posteriormente fue traducida al inglés en Nueva York.

Nota: «tierrra» es errata segura por «tierra».

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