Érase una vez una niña llamada Claudia que tenía los ojos azules, el pelo negro y un vestido blanco y con lazos azules. Su hermana Lucía y ella siempre se estaban peleando. Los padres estaban desesperados por su relación.
Una noche a Claudia se le apareció en un sueño un hombre viejo vestido de mago. Al fondo se veía una gran ciudad mágica y el señor le dijo:
- Hola, soy el gran mago de Belia y vengo para solucionar la relación que tenéis tu hermana y tú. Os llevaré a mi país y os enseñaré la importancia que tiene llevarse bien para la humanidad.
-¿Cuando nos llevarás a ese lugar que usted dice, señor? -dijo la niña intrigada.
- Cuando sea oportuno-contestó el mago. De repente, el mago desapareció.
- Pero...... dónde se ha ido -protestó la niña.
A la mañana siguiente se despertó, se peinó...Cuando fue a desayunar las dos hermanas se pusieron a discutir porque se habían vestido igual.
De repente un rayo enorme cayó sobre la casa y las niñas se desmayaron. Cuando las niñas se despertaron vieron que a su alrededor había un montón de flores y árboles.
- ¿Dónde estamos? - preguntó Lucía.
- No lo sé. Es culpa tuya por haber empezado la discusión El mago me dijo que no nos peleáramos más -dijo Claudia.
- No. Has sido tú -le contestó su hermana.
Después, de repente, volvió a aparecer el mago y esta vez no era un sueño. Les dijo enfadado:
- ¡No os enfadéis más!
- Pero no podemos dejar de enfadarnos. Ella siempre se enfada conmigo por tonterías -dijo Claudia enfurecida.
- Mentira, empiezas tú -dijo Lucia mosqueada.
Las niñas empezaron a discutir de nuevo sin parar.
- No aguanto más, tendremos que hacer un viaje a Palestina y a Belia que es mí país -dijo el mago-.
De repente las niñas fueron rodeadas por un gran viento. En dos segundos las niñas se encontraron en Palestia. Veían mucha gente peleándose insultándose, había tantas muertes por la guerra que las dos hermanas se miraron fijamente y se pusieron a llorar pidiéndose perdón, entendiendo el dolor que producía tanto odio.
- Lo siento no debí portarme mal contigo -dijo Claudia llorando.
- No, fui yo la que se portó mal contigo, te quiero mucho hermanita -dijo Lucia.
-Me parece que ya estáis preparadas para conocer a mis hermanos -escucharon decir al mago.
Cuando se quisieron dar cuenta estaban en un lugar maravilloso, era una ciudad feliz todo el mundo sonreía, jugaba. Las casas eran enormes y había muchas flores, muchos árboles y al fondo se veía un gran castillo rodeado de un gran río y lo más sorprendente es que en el río no había peces sino sirenas.
Las niñas salieron corriendo a jugar con los demás niños, que jugaban al baloncesto, pero era sobre el agua. El equipo de las niñas perdió, pero las niñas que habían perdido salieron a felicitar a los que habían ganado y los ganadores felicitaban a los que habían perdido por el gran esfuerzo que habían hecho. Las dos hermanas se miraban sorprendidas por lo que estaba pasando, no estaban acostumbradas, se rieron y fueron corriendo donde estaban los demás niños a celebrarlo con ellos.
- Bueno ya es hora de irse a casa -dijo el mago.
- No por favor estamos muy bien aquí no queremos volver a casa -dijeron las niñas a coro.
Pero cuando las niñas terminaron de decirlo se encontraron otra vez en su casa. Las niñas desde entonces empezaron a portarse bien.
Los padres estaban sorprendidos del cambio, las niñas ya no discutían. Cuando se iban a pelear pensaban en Palestia, y decidían no pelearse para poder estar como en Belia.
Un día vieron a dos niñas peleándose y Claudia les dijo:
- No os peleéis más que no va a ser bueno para vuestro futuro -dijo Claudia haciéndose la importante.
- ¿Qué va a pasar?-dijo una de las niñas.
-Bueno cuando venga el mago ya os lo contara él -dijo Lucia.
- Adiós- dijeron Claudia y Lucía.
Claudia se fue cantando con Lucía. Iban montadas en una bicicleta. Las dos hermanas no se pelearon más y siempre se llevaron bien.
Nuria Girón Rebollar, 1º ESO C
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