El
pasado 13 de noviembre (viernes) el jurado del Concurso de Relatos de Terror
emitió su fallo: La obra ganadora ha sido El
leñador escrito por la alumna de 4º de ESO «B» María Pilar Moriana Herrera.
De forma extraordinaria, el jurado
acordó otorgar la mención especial a la obra Querida Emy cuya autora es
la alumna de 1º de ESO «E» Lidia Baena León.
A destacar los numerosos originales
recibidos, que demuestran que este certamen, en su quinta edición, sigue gozando
de buena salud. Todos los años recibimos numerosos originales, pero en esta
ocasión, la cantidad de relatos ha desbordado todas las previsiones y ha
obligado al jurado a posponer el fallo una semana. También ha prolongado las
deliberaciones la dificultad en elegir a la triunfadora, pues, como se
observará, tanto El leñador como Querida Emy son dos pequeñas obras
maestras del género del cuento del terror.
Otros años añadíamos que suponíamos que
nuestras sucesivas recreaciones del cementerio de los libros olvidados habían contribuido
a inspirar a nuestras jóvenes maestras del espanto y el desasosiego. En esta sombría
convocatoria suponemos que la Pandemia ha desempeñado ese papel inspirador.
Para anunciar el
triunfo de Mercedes y Carmen imprimimos
el siguiente cartel:
Y estos son los respectivos relatos. Léanlos con detenimiento
y prueben después a intentar olvidarlos.
El leñador
El joven leñador se encontraba como
de costumbre en su pequeña cabaña en el bosque. Un bosque un tanto alejado de
todo, un lugar tranquilo donde cualquiera podría pasar el rato tranquilamente y
despejarse. Pero hoy era diferente, el esbelto leñador se sentía inseguro,
temeroso, e incluso con la garganta un poco seca por el miedo. Salió de la
cabaña hacia el bosque, mirando a todos lados mientras el sudor corría por su
frente.
Cargaba su pesada hacha como de
costumbre al salir, pero nunca había agarrado el mango de la forma en la que lo
hacía en aquel momento. Todo su cuerpo había entrado en un estado de alerta y
se encontraba tenso, aunque no dejaba de temblar por los nervios.
El tiempo pasaba y el leñador
seguía adentrándose en el bosque, aunque esta vez iba por unos caminos
desconocidos para él, y como no conocía el camino fue dejando cortes en los
árboles para poder volver. Cada paso que avanzaba sentía más y más temor, pero
aun así siguió adentrándose en la oscuridad.
De repente sintió como pequeñas
ramas secas crujían con una pisada. Siente como las hojas son arrastradas por
una caminata, y para ese momento la ansiedad y el miedo eran tan grandes que
le nublaron la vista, y el joven leñador pregunta:
-
¿Hay alguien…a-ahí? ¿hola? Tengo un hacha, no te me
acerques.
No hubo respuesta alguna, solo se
escuchaba el pulso acelerado del leñador, que estaba con la mente sumergida en
el miedo de aquel ruido. Así que comenzó a acelerar el paso, a pesar de que
estaba cansado de caminar tanto y tenía los brazos agarrotados de sostener su
pesada hacha. Él sabía que debía de irse rápido de allí, así que simplemente
siguió esforzándose sin mirar atrás y sin detenerse.
Sin darse cuenta y por la
adrenalina del momento tarda unos segundos en darse cuenta y reaccionar. Ya
había llegado a donde él quería. Pero seguía sintiéndose incómodo, inquieto,
temeroso, ansioso… pero es que claro, cuando intentas esconder el cuerpo de tu
primer asesinato, es difícil no sentirse observado y temeroso.
M.ª Pilar
Moriana Herrera – 4º de ESO «B»
Querida Emy
Aquella noche de octubre, no pensé que perdería algo tan
importante como ella. Su cabello dorado y suave no volvería a resplandecer, sus
mejillas melocotón no volverían a sonrojarse y su amigable rostro no volvería a
expresar ninguna emoción.
Empezaré desde el principio de todo, aquel 13 de octubre,
perdí a alguien muy importante en mi vida… mi hermana. Desde pequeñas, nos divertíamos
juntas y no había nada ni nadie que nos pudiera separar… Al menos eso pensé
antes de que hace un mes nos revelarán algo terrible sus pruebas médicas.
En ellas advertían de que tenía un serio problema cerebral, el
cual sin tratamiento iría a peor. Pensé que juntas lo superaríamos, como lo
hicimos muchas veces en el pasado, pero, esta vez, no todo fue como esperé.
A los pocos días empezó a cerrarse a mí, a irse sola por la
noche, a volver de madrugada sin dirigirme una palabra, lo cual empezó a asustarme.
Semanas después, un policía me llamó con un tono grave que intentaba ser lo más
agradable posible, me explicó suavemente que Alisa se había salido de la
carretera y había perdido la vida al instante.
Eso me devastó, no pude
ni hablar, me paralizo por completo… Entonces me vinieron los recuerdos de
nuestra infancia a los cuales quise ver con mi móvil. Al encenderlo, un
escalofrío recorrió mi cuerpo, era ella, era Alisa… ¡Ella me había mandado un
mensaje! Lo cual no quedó ahí, sino que al meterme en el mensaje…Ponía “ayuda”,
dos minutos antes del accidente. Eso podría probar que pasó algo entonces, pero
no me creerían solo con ese mensaje.
“-Podría ser una broma que terminó mal” dirían, así que tomé
la decisión de ponerme a indagar.
Fui velozmente a su cuarto y busqué cosas que la pudieran
haber metido en peligro y…En su portátil encontré un pen que contenía una
dirección que busqué por internet y coincidía con algún lugar de nuestra casa.
Busqué por todos lados hasta que pensé en ese sitio... ¡El trastero! Era un
sitio el cual mi hermana adoraba, pero a mí sinceramente me aterrorizaba desde
pequeña.
Cuando conseguí el
valor para avanzar a ese sucio y extraño lugar abrí la puerta con la oxidada
llave que había vivido incluso más que yo en esa casa. De repente, una malévola
brisa de aire consiguió cerrar la ventana de un brusco golpe. Afortunadamente,
llevaba conmigo el móvil el cual encendí solo para sobre cogerme más. En ese
momento, vi que el móvil de mi hermana me mandaba otro mensaje. Este, a diferencia
del anterior, ponía:
-QUERIDA EMY: HAS DESCUBIERTO MI SECRETO, QUE PENA QUE NO TE
QUEDE TIEMPO PARA CONTARLO…
En ese instante, escuche la voz de Alisa tarareando una
cancioncilla perversa. Iría a abrazarla, pero al alumbrar con mi móvil un sudor
frío recorrió mi espalda. Delante de mí encontré el que debía de ser su
secreto… Tenía pensado un plan para deshacerse de mí el cual había descrito en
profundidad sobre 5 folios desgastados por la humedad.
En ese momento sólo podía pensar en escapar de allí. Corrí
fugazmente por unas radiantes escaleras de caracol las cuales estaban adornadas
con espejos. Estos me hicieron horrorizarme más al ver la silueta de mi hermana
detrás de mí.
Ya no era la misma, sus ojos cristal se habían vuelto color
obsidiana, su alegre sonrisa se había convertido en una fría expresión salvaje…
Abrí la chirriante puerta del salón en el que unas carcajadas
malignas terminaron distorsionando todo lo de aquella sala de estar. En ese
momento sólo pude pensar en el único sitio donde me había sentido a salvo toda
mi vida. Mi cuarto.
Le eché valor al volver a subir esas escaleras de caracol
mientras que ellas se iban enrollando más y más hasta que conseguí llegar a mi
habitación. Cerré el pestillo y traté de aguantar en silencio, lo cual no
sirvió para nada... Ella me encontró.
“Buenas noches, querida Emy” me dijo. Entonces sacó un hacha
de las que solíamos tener en el garaje por la profesión de mi padre. A la vez
que intentaba escapar ella me acorraló justo en frente de mi puerta.
Cuando vi mi vida pasar sobre mis ojos y una afilada hacha a
punto de partirme en dos… desapareció… mi hermana se disolvió como la espuma de
mar junto con el arma. Solo quedo un espejo reflejándome a mí. En ese momento
lo entendí todo… Nunca hubo ninguna Alisa nunca hubo ninguna hermana, nunca
hubo ningún accidente…
Entonces, recordé que la enfermedad cerebral era mía, tenía
esquizofrenia, que me hizo crear una realidad alternativa inexistente. Desde
entonces, todo volvió a la normalidad... Excepto una cosa, sigo teniendo un
mensaje que ponía: “QUERIDA EMY: SOY TU HERMANA, AYUDA” ¿Quién me mandó ese
mensaje?
Lidia
Baena León – 1º de ESO «B»
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