miércoles, 15 de noviembre de 2023

Fallo del VIII Concurso de Relatos de Terror

 


En los días catorce y quince de noviembre el jurado del Concurso de Relatos de Terror organizado por la Biblioteca “Nulla Dies Sine Linea” emitió su veredicto:

En Secundaria la obra ganadora ha sido La Máscara Maldita de Antonio José Marín Burgos, alumno de 1.º de ESO «D».


En Bachillerato la obra ganadora ha sido Querido Hermano de la alumna María José Reyes Fernández de 2.º de Bachillerato «B».

En Ciclos la obra que se ha alzado con el galardón es Vidas Pasadas de la alumna Julia Avalos Jiménez de 2.º de APSD (Técnico en Atención a Personas en Situación de Dependencia).

El jurado quiere agradecer  los numerosos originales recibidos. Esta afluencia demuestra que este certamen, en su octava edición, no solo no muestra signos de cansancio, sino que se encuentra en su mejor momento. De hecho, se ha recuperado la categoría de Bachillerato, que había quedado desierta en otros años, y además se ha implantado la de Ciclos.

 La cantidad de obras que se han presentado no ha abaratado el nivel, antes, al contrario. Por todo esto, el jurado ha ido demorando el fallo, primero para poder leer todos los relatos presentados y después por verse obligado a decidir el mejor entre una serie de historias de sobresaliente calidad literaria. Por ello, en el reportaje fotográfico falta la alumna Julia Avalos, pues la elección del mejor relato en ciclos no se ha conocido hasta el término de la mañana de hoy.

En la fotografía que encabeza esta entrada figuran dos de  los ganadores del certamen, Antonio José y María José y Huesotaco, una de las entidades tenebrosas de  nuestra biblioteca, interpretado en esta ocasión por el alumno Joel Alberto Aguilar Baena.

Para anunciar el triunfo de Antonio José, María José y Julia hemos diseñado el siguiente cartel:

Seguidamente reproducimos los tres relatos. La Máscara Maldita revela a un alumno, Antonio José Marín, con un enorme potencial en la creación literaria. Querido hermano es una obra plenamente madura de una de nuestras alumnas más galardonadas, María Reyes. Finalmente, Vidas pasadas es un relato que demuestra una cultura y una sensibilidad poco común.



                                               La Máscara Maldita

Hace muchos años, en una antigua y tenebrosa mansión de un escondido bosque de las afueras del Valle de la Seda, vivía un señor muy mayor. Su aspecto daba bastante miedo a todos los niños y niñas que por su morada pasaban, pues tenía numerosas arrugas, fruto de haber fruncido el ceño constantemente; una piel pálida y una gran verruga en su enorme nariz que lo hacían digno de merecer protagonizar cualquier película de terror.

El anciano, que se llamaba Don Filiberto, llevaba meses preparando algo terrorífico, algo que, sin duda, iba a ser crucial en el mundo de los cuentos de terror infantiles. Estaba, ni más ni menos que… ¡fabricando una máscara! La quería tener lista para el día del baile de fin de curso del instituto, pues su intención era hacerse pasar por un alumno para poder acudir a tal evento. Claro está que su aspecto y semblante no invitaban, precisamente, a que Don Filiberto fuera partícipe de ese día.

Pero algo escalofriante ocurrió cuando el hombre quiso encasquetarse la máscara.

¡Todo comenzó a moverse y a cobrar vida! La mesa del salón, los oscuros muebles… todo cuanto estaba a su alcance empezó a agitarse como si de una posesión demoníaca se tratara.

Don Filiberto, que jamás pudo quitarse la máscara ni deshacerse de ella, viste como un alumno del instituto Luis Vélez de Guevara. Aparentemente, parece un ser angelical, apenas un niño de doce años que acaba de empezar la Enseñanza Secundaria. Todo es debido a la máscara que un día, con fines terroríficos, fabricó en la solitaria mansión del bosque del Valle de la Seda. Pero lo que nadie sabe es que, detrás de ese niño inocente, se esconde Don Filiberto, quien, cada 31 de octubre, en la fiesta de Halloween del instituto, mata a numerosos niños y niñas para esconderlos en el desván del Luis Vélez de Guevara.

 

                                                          Antonio José Marín Burgos – 1.º de ESO «D».

 


Querido Hermano

 “Querido hermano: En primer lugar, he de presentarte mis más sinceras disculpas por no haber respondido a tus anteriores cartas, mas no me encontraba en condiciones para poder escribirte.

Me veo en la obligación de hacerlo ahora debido a que hay un mal que lleva acechando mi hogar desde hace ya varios días:

Por las paredes de nuestra casa corren manchas de tinta que salen de la nada. Recorren las paredes y se esparcen por el suelo, por no hablar de que son imposibles de limpiar. En los marcos que antes decoraban el salón, ahora hay láminas entintadas hasta el último rincón que esconden lo que anteriormente fueron retratos familiares y otras fotografías. Los relojes nunca marcan la hora indicada y, sin embargo, siempre suenan al unísono al caer las doce de la noche. La comida se pudre más rápidamente, me cuesta conciliar el sueño, los cuervos graznan apoyados en la ventana de mi habitación, las luces parpadean de la nada....

Al principio di por hecho que se trataba de algún tipo de broma de mal gusto que los vecinos habían decidido gastarnos, pero cuando la pequeña Lily comenzó a ver cosas, supe que no se trataba de ninguna jugarreta retorcida, sino de algo tan real como tú y como yo.

Ocurrió un día de lluvia en el que tanto ella como su hermana Mary jugaban sentadas en el suelo junto a una de las paredes manchadas de tinta. Lily jugaba alegre, moviendo su muñequita de trapo de un lado a otro mientras entablaba una conversación imaginaria consigo misma. Por otro lado, Mary la miraba asustada, y se aferraba a un pequeño caballo de madera sin dejar de mirar a su hermana.

Yo me acerqué a la que estaba en silencio y le pregunté por qué no jugaba con la otra. “Papá, es que Lily dice que hay otra niña jugando y que todavía no es mi turno”

No pude ocultar la sorpresa ante las palabras de Mary. Le dije que allí no había nadie más y negó con la cabeza.

“Ya lo sé, pero Lily dice que sí que hay una niña justo ahí” apuntó con su pequeño dedo hacia el lugar donde la tinta chocaba con el suelo y se extendía dejando una enorme mancha negra.

Se me heló la sangre.

Me acerqué a Lily para preguntarle sobre esa niña que ella decía que estaba allí presente. “Es una amiga nueva. Se llama … bueno, aún no me ha dicho su nombre, pero no pasa nada. Le pregunté por el aspecto de esa nueva amiga.

“Pues es igual de pequeña que Mary, pero es rubia, y tiene los ojos negros, creo. Los tiene manchados y no puedo verlos bien”

Miré fijamente hacia la mancha, esperando ver algo, pero allí no había nadie. Ni Mary ni yo pudimos ver a esa niña de la que hablaba Lily. Sin embargo, hasta el día de hoy, ella sigue afirmando que su amiga pasea por la casa, siempre cerca de las paredes.

Es por eso, querido hermano, que te envío esta carta para dejar constancia de estos hechos y solicitar tu ayuda.

Temo que mi familia y yo hayamos sido maldecidos por algún crimen que no recordamos haber cometido, o que ese espíritu que se relaciona con mi Lily no sea el único que ha invadido nuestro hogar. He de confesarte que estoy asustado.

A veces, cuando me miro en el espejo, veo en mi rostro dos enormes círculos negros en lugar de ojos. Me aterra pensar que eso pueda significar que alguno de esos espíritus está intentando entrar dentro de mí.

Por favor, envía ayuda tan pronto como recibas esta carta, y procu...”

Sobre la última palabra chorrearon algunas gotas de tinta.

Levanté la pluma del papel para examinar la punta, pero no encontré ninguna fuga.

Más gotas cayeron sobre la carta. Venían del techo.

Se me cortó la respiración, mi cuerpo se quedó totalmente rígido.

Sentí la tentación de mirar hacia arriba, aunque fuese consciente de lo que me encontraría en el techo. Alcé la vista esperando encontrarme con la cabellera rubia y los ojos de tinta, pero en su lugar encontré una muñeca de trapo de la que se escurrían los gotones de tinta negra.

Eso me hizo sentir aún más terror, pensar que esa cosa había entrado en la habitación de mis hijas.

Me levanté precipitadamente del escritorio, tirando la silla al suelo, y salí corriendo por el pasillo en dirección a la habitación de Mary y Lily, esperando que aún no fuese demasiado tarde.

María José Reyes Fernández – 2.º de Bachillerato «B».


 

Vidas Pasadas

Desde pequeña siempre he tenido una sensibilidad especial para estas cosas, siempre sabía lo que iba a pasar y en algunas ocasiones divisaba sombras y personas que nadie más veía, en ese momento comprendí que tenía un don especial.

Aquella noche gélida de invierno, ya estando en la cama, entreabrí los ojos porque me pareció ver a mi padre en la ventana, algo extraño, puesto que él nunca entraba en mi habitación. En ese momento me di cuenta de que miraba mi cama fijamente, como si yo no estuviera en ella, como si no pudiera verme. De repente sentí que algo me absorbía a otro mundo, a un universo paralelo en el que nada estaba bien.

No sé bien cómo acabé allí, estaba en un bosque de abetos y robles robustos, escuchaba extraños sonidos de animales, el cielo era rojo. En el ambiente se apreciaba un olor a azufre, no sabía de dónde venía, pero sabía que no debía quedarme allí.

A medida que avanzaba, el olor a azufre y los sonidos extraños se intensificaban, pero algo me empujaba a seguir en esa dirección.

Siempre me han gustado y me han atraído las historias de brujas, por alguna extraña razón el olor a azufre siempre estaba relacionado con ellas, mi imaginación no paraba de divisar posibles escenarios caóticos, pero lo que pasó nunca pudo abarcar a la realidad de la situación.

A lo lejos logré ver una pequeña cabaña de madera, las puertas tenían un color corroído, los vidrios de las ventanas eran de un color amarillento y en el aura no se respiraba un buen ambiente, sin embargo, algo me empujaba a entrar.

Me armé de valor y paso tras paso llegué hasta el porche, donde llamé a la puerta, tras ella se hallaba la figura de un señor, una criatura muy extraña, el cuál tenía apariencia de ser humano, pero no se comportaba como tal. Vestía ropas antiguas y tenía los ojos llorosos.

De repente me dijo: ¡corre y no mires atrás, rápido o será demasiado tarde! Yo no entendía nada y le pregunté qué estaba pasando, cuando a los segundos una horda enfurecida con palos y antorchas empezó a tirarme piedras, atacarme con todo tipo de insultos, algo que dijeron resonó en mi cabeza, que yo era una bruja.

Me tenían acorralada, sentía como arañaban y quemaban mi piel, podía percibir el olor a quemado que salía de mi cuerpo, estaba indefensa y no sabía porque me hacían esto a mí, hasta que, en un momento de confusión, cuando tan sólo veía caras sin rostro, lo recordé todo, estaba en el año 1678, en Salem, era la hechicera del pueblo y me habían acusado de hacer brujería, puesto que yo, loca de celos, hice reencarnar a los muertos para que mataran a mi prometido, al cual sorprendí con otra mujer en las fiestas del pueblo.

Mi plan no funcionó, pero mis intenciones eran claras, ya no podía engañar más a los ciudadanos y éstos, llenos de rabia, decidieron vengarse de la persona que intentó matarlos a todos y esa persona era yo.

Me llevaron junto a un poste clavado en la tierra mojada, me ataron con una soga tan gruesa que era totalmente imposible liberarme. Empezaron a echar más y más troncos secos bajo mis pies, estaba claro cuál era mi destino.

El aire empezó a llenarse de humo, me estaba quemando viva.

Antes de ser completamente quemada, maldije a todo el pueblo y prometí que mi alma seguiría vigente en el mundo por toda la eternidad.

En ese instante me desperté de nuevo en mi cama, gritando enérgicamente:

¡Me han matado, me han matado, soy una bruja!

Mi padre, situado junto a la ventana, llamó corriendo a mi madre, la cual con los ojos orbitando me miró perpleja, mi nariz y ojos sangraban.

Mis padres se fueron a la cocina con una cierta inquietud, yo fui detrás de ellos en completo silencio para ver qué decían.

Mis padres hablaban sobre que nunca podrían decirme la verdad y comentaban que había sucedido lo mismo que aquella vez, en la que contaban que cuando tenía cuatro años estábamos viendo la película Titanic y de repente empecé a gritar sin parar y sin descanso:

¡No hay botes, soy demasiado joven para morir, no puedo dejar sola a mi hija!

No podía comprender lo que pasaba, mi pequeña cabeza no entendía la situación, solo sabía que yo era una niña peculiar, con características extrañamente únicas e inigualables.


Julia Avalos Jiménez – 2.º de APSD.

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 La ilustración que acompaña al relato de Julia es de la autoría de la propia escritora. Las que hermosean las otras dos historias proceden de la plataforma Flickr y presentan las siguientes procedencias:

https://www.flickr.com/photos/fatant/441330978/in/photostream/

https://www.flickr.com/photos/120201469@N03/13556308003/in/photolist-mDVC5k-q9vgLi-mFP7pu

 



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