miércoles, 17 de diciembre de 2008

Tito Alba


Hoy al entrar en el aula de 3º de ESO 'A' nos hemos encontrado con una lechuza (nada más y nada menos) que vanamente se precipitaba contra los cristales de las ventanas. Lo crean o no todas estaban cerradas, como la puerta de la clase. Al final Rafael Bello y un servidor hemos abierto los postigos y la rapaz ha huído con presteza.


Sería la ocasión de disertar (y creer) sobre los presagios que el ave auspiciosa por excelencia ejemplifica. A Herodes Agripa la presencia de un buho le prometió un reino que sabía que se vendría abajo el día que viese otro buho a la plena luz del día. Y asi fue. Y es que el emblema de Minerva para unos es feliz presagio y para otros promesa de fatalidad.


En el momento en que el animal volateaba de un rincón al otro lado del ala vacia Uno no pensaba en estas cosas, no podía, pues mirada estaba presa en esos ojos dorados fascinadores, en ese blancura como de nieve caliente en fin, en ese abanico de marrones que un bosque no podría igualar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

En el siempre interesante libro de Frazer sobre magia y religión, La rama dorada, se dice que, según las creencias más extendidas en culturas primitivas, el alma se hace externa en ciertos animales. Esta teoría la analiza en diferentes tribus, y se llega a la conclusión que el destino del animal, en este caso la lechuza, viene ligado misteriosamente al de alguien.
Los Hados de nuestra lechuza le fueron favorables, pues fue liberada del aula en la que extrañamente entró. Ahí se esconde un enigma cuya interpretación me reservaré para más adelante.
¿No giraban las jornadas culturales este año sobre la superstición? Ay, ay, nos visita la Tyche.

Alfaraz dijo...

Don Henry,
estoy en un tris de denunciarle al Seprona por el maltrato a que sometió la lechuza.
Esa historia de que apareció de la nada no hay quien se la crea, hombre de Dios.

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