domingo, 16 de noviembre de 2025

In Memoriam: Antonio Rivero Taravillo

 


La noticia de su muerte nos sorprendió un 19 de septiembre, en ese incendio que es un curso recién iniciado, en esa apertura súbita de todas sus labores y responsabilidades. Hoy hemos encontrado un momento de sosiego para endecharle, momento singularmente apropiado, ahora que los días se acortan y las sombras se adensan. En estos días tristes de noviembre, los que ya no están con nosotros parecen volver por un tiempo, o, tal vez, vienen para despedirse antes de desaparecer  del todo. De una forma o de otra vamos a relatar los dos vínculos de este editor, poeta y traductor (y muchos más oficios) tuvo con nuestra biblioteca y esbozar, en estos recuerdos, una breve semblanza de su persona.

El primer vínculo se remonta al 24 de octubre de 2008 y consistió en un encuentro en la Biblioteca Pública de Écija. Se celebraba el Día de la Biblioteca y nuestro ayuntamiento patrocinaba el acto. Incluso asistieron el alcalde y la concejal de cultura. El público estaba formado por alumnos de nuestro instituto.

En este acto el autor realizó una selección de poesías y leyó algunos versos suyos, aunque el grueso de poemas se lo llevaron sus autores favoritos. Hay que indicar que era un magnífico recitador.  Posteriormente se creó un improvisado coloquio en el que Antonio respondió con interés y agudeza las preguntas de nuestros alumnos.

Antonio dejó entre los ecijanos un grato recuerdo. Supo ponerse a la altura (e interesar) a un público tan difícil como es de los adolescentes y se mostró sumamente atento y cordial. Eso sí, hizo gala de una discreta ironía a lo largo de todo el acto. Estamos seguros de que él también disfrutó.

Tan buena impresión dejó entre nosotros que a la hora de escoger el conferenciante de nuestras XIV Jornadas Culturales, no pensamos en ningún otro candidato. Él aceptó y nos preparó una conferencia titulada Macbeth y los Mitos. El escenario fue el auditorio de la Casa de la Juventud y el día el seis de mayo de 2009, primer día de las Jornadas. Como en la actividad anterior, el público estaba formado por una breve y cuidada selección de nuestros alumnos, pues procuramos que los asistentes estén a la altura de las circunstancias.


De nuevo, el autor hizo gala de su profesionalidad y participó gustoso en todas nuestras iniciativas. Como ilustran las fotografías que añadimos, posó con el cartel de las jornadas, entregó los premios del certamen Nulla Dies sine Linea y no le incomodó la presencia de los medios locales.


Nuestro autor no quiso excederse y su parlamento se extendió a lo largo de una hora. Manifestó un conocimiento de distintas literaturas, amplio, vertiginoso, pero bien estructurado y pensado para profesores y escolares de cierta, no mucha, cultura. De nuevo tributó homenajes a sus autores preferidos. Recitó un poema bilingüe sobre el Quijote que no he conseguido identificar, pero que sigue vivo en mi memoria. La mayor parte del público, alumnos y profesores, formaba parte del reparto de un Macbeth que iba a representarse ese viernes. Nos reveló que no es que fuera una obra maldita, sino que su relación con el infortunio viene de un rasgo práctico. Cuando una compañía teatral preparaba un Hamlet y sucedía algún imprevisto que impidiera la representación, entonces podría aprovecharse el elenco y el vestuario para sacar a escena la tragedia escocesa, pues es esta obra resulta mucho menos complicada en todos los aspectos. En suma, Macbeht no era el mal, sino el remedio.

Con esta conferencia, de nuevo nos quedamos con una gratísima impresión. En todos los homenajes hacia su persona que hemos leído encontramos lo mismo: un autor muy profesional, un trabajador incansable, pero también una persona cordial, educada, entusiasta.

Pero volvamos al desolado presente. La noticia de su fallecimiento nos sorprendió. No sabíamos que llevaba dos años luchando contra el cáncer de pulmón. Ignorábamos que en los últimos meses había empeorado y el desenlace era ya inminente. Para nosotros ha sido todo un sobresalto. Dos meses más tarde, seguimos pensando que la muerte se lo llevó y nos dejó con esa impresión de aturdimiento, de que unos seguimos en el camino y otros ya lo han concluido. Con esto no aportamos nada nuevo, como tampoco innovamos con nuestras cavilaciones sobre todo lo que le quedaba por hacer, todos los libros que se prefiguraban en esa portentosa colmena que era su cabeza, que exposiciones, que charlas, que poemas de los que nunca gozaremos. Ha sido una immatura muerte, título de un poema de Alciato traducido por Bernardino Daza Pinciano y que reproducimos a continuación.

El que con gesto hermoso fatigava

A las castas y mas tiernas donzellas

Antes de tiempo y casi en flor cortado

Muerto ò ninguno tanto dolor dexa

Como à ti Arestio, porque castamente

Le amavas, y ansi ençima su sepulcro

Le dizes. Como sin mi te has partido?

No avràs ya mas conmigo el oçio dulçe

En los estudios que se entretexia.

Mas los delfines y la Gorgon junto

Daran señal amarga de tu muerte.

 En algunos de sus poemas Antonio reflexionó sobre la brevedad de la vida, lo rápido que pasaba. Recordaba perfectamente su infancia, pero no se veía como viejo. Si la ancianidad es pausa y olvido habrá que convenir que nuestro escritor no lo fue nunca.  Y es que sus sesenta y dos años de vida son una muestra de una actividad infatigable, de una consagración a la escritura a la que es difícil encontrar  parangón.


 Recordamos que un día de mayo de 2009 entregó premios en Écija a escritoras principiantes. Eran, nada menos, que Raquel Silva, Ana Rossi y Virginia Carmona. Los que trabajamos con jóvenes sabemos que lo importante no es lo que hagamos, sino la memoria que dejamos en nuestros alumnos, o, mejor dicho, el punto de partida que toman a través de nuestra palabra y nuestro ejemplo. Tal vez los dos encuentros de Antonio con la juventud ecijana dejara en alguno de los asistentes un recuerdo más influyente que esta pobre y apresurada remembranza. Toda escritura es un combate contra el olvido. Otra cuestión es que lo logre. Concluimos con la reproducción de la celebérrima Hope de George Frederic Watts. Estamos seguro de que Antonio la conocía y la apreciaba.