Iniciamos
nuestras reseñas sobre los libros que han quedado en el limbo de la catalogación
con esta singular obra, una de las últimas adquisiciones de nuestro
establecimiento, pues fue adquirido el miércoles 11 de marzo, el último día en
que reinó la normalidad en nuestra región.
Este
librito fue escrito por Manuel Vázquez Montalbán en 1977 y hemos tenido que
esperar hasta el 2019 para una nueva edición, que es la que manejamos,
publicada por Anagrama. En estos cuarenta y dos años la obra no ha perdido nada
de su frescura. Esta es la primera sorpresa a la que llega el lector
La segunda
sorpresa que nos llevamos es comprobar que sólo dos años después de la muerte
del caudillo, la dictadura está descrita en toda su amplitud y como si se
tratase de un pasado remoto. Y lo cierto es que lo era. No sólo porque en ese
bienio España había cambiado por completo, sino porque el franquismo ya llevaba
mucho tiempo fosilizado, perdido en su pasado, muerto, en pocas palabras,
cuando se llegó el noviembre de 1975.
El tercer motivo de asombro es el rigor.
Podría esperarse un ajuste de cuentas, una relación de filias y fobias, un
merecido desahogo de un escritor que conoció los rigores y los desaciertos de
la dictadura desde el mismo momento de su nacimiento. Pero lo cierto es que
resulta exacto, conciso y veraz como corresponde al buen historiador. La
amenidad preside cada una de las entradas, desde la A de la Asociación Católica
Nacional de Propagandistas hasta la V de Marqués de Villaverde, pero el autor nunca
renuncia a una precisión intolerable. Por el amplio conocimiento de todos los
aspectos de la dictadura y por la sencillez con lo que está explicada, esta
obra ha sido recomendada para el alumno de cuarto de secundaria y de
bachillerato.
La crítica ha calificado a
este diccionario de "mordaz". No creemos que sea para tanto. Es
cierto que una leve ironía recorre esta crónica de aquella etapa desdichada,
pero el autor no pretende llegar a más. Realmente, para ridiculizar al franquismo,
no hace falta más que describirlo con todo detalle. Y en esta labor de derribo
ningún argumento mejor que anotar los epítetos y lemas altisonantes que
rodeaban la figura del caudillo, tales como "Adhesión inquebrantable",
"Espada más limpia de Occidente" o "Franco, Franco, Franco".
La edición actual se acompaña
de una serie de delirantes ilustraciones a doble página debidas al inspirado
dibujante Miguel Brieva. Ningún género más adecuado que el esperpento para
traducir en imágenes la dictadura franquista, un régimen que, sorprendentemente,
tuvo mucho de onírico, comenzando por la serie de grabados de Picasso Sueño y Mentira de Franco y siguiendo
por las obras del Dalí defensor de este estado de cosas, por los aires
delirantes de los proyectos arquitectónicos de Luis Moya o de esa montaña hueca
que es el Valle de los Caídos y por ese cine impregnado de soledades de pesadilla
desde Surcos a El Espíritu de la Colmena.
Brieva ilustra las calles
sombrías del estraperlo, la tentación de la entrevista de Hendaya, el año del
Concordato y las Bases americanas… pero también plasma preocupaciones
presentes: la continuidad lampedusiana
entre aquel régimen y nuestra democracia, los peligros de trivializar el
franquismo, el riesgo de desembocar en otra dictadura si no se garantiza la
libertad de información… Sus composiciones actúan como reclamo eficaz para este
diccionario sin complejos, este prontuario inmarchitable, esta vibrante noticia
de un imperio.
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