Este libro
reúne por primera vez dieciocho sorprendentes entrevistas que la escritora
realizó a niños trabajadores en los años treinta en la ciudad de Madrid y en
Ortigosa del Montes (Segovia), y que publicó por entregas en una sección
denominada Un amigo en cada Sitio de la
revista 'Gente Menuda', suplemento infantil del diario ABC. Elena Fortún, auténtica animadora
de este cuadernillo infantil, recurrió al heterónimo del conejito Roenueces para firmarlas. Para dar mayor
verosimilitud contó con ayuda del dibujante Francisco López Rubio que diseñó al
personaje y lo incluyó en las imágenes de los entrevistados en fotomontajes que
van resultando cada vez más atrevidos.
Los
entrevistados tienen entre 7 y 14 años y son un aprendiz de cajista, un
monaguillo, un trompeta, un botones, un chófer, una modista, una castañera, un
caramelero, un carpintero, un tabernero, dos traperos, un cartero rural… todos
ellos cuentan su vida trabajando, y apoyando la economía familiar. Solo algunos
podían compaginar sus trabajos con la escuela. Con estas entregas publicadas en
una revista dirigida a un público de clase acomodada, la escritora quiso
mostrar la otra realidad de la infancia trabajadora. De hecho, es tan notoria
la diferencia de clase que prevé Fortún que muchas veces aclara determinadas
cuestiones porque sabe que los niños de clases acomodadas no van a entenderlas.
Lo que
cuentan los niños en este libro son sus propias experiencias laborales. Sus
palabras rompen con un secular silencio, más duradero incluso que el soportado
por las mujeres. Sólo en años muy recientes se ha dado a conocer, con datos
cuantitativos, la importancia del trabajo de niños y mujeres en el
mantenimiento de las economías familiares de subsistencia. En el caso español
siguió siendo así, en muchas ocupaciones, hasta mediados del siglo XX. Sin ser
socióloga ni antropóloga, Elena Fortún indaga realidades muy distintas a las de
sus acomodados lectores, para dárselas luego a conocer, deseosa de traspasar
las enraizadas fronteras sociales de la época.
Estas
entrevistas a niños trabajadores, constituyen sin duda una iniciativa pionera,
pues raras veces se concedió a los menores tal protagonismo. Fortún nos ha
dejado una valiosa aportación, insólita, a la historia de la infancia
trabajadora. Animados por el afecto y empatía de la entrevistadora, los niños,
al principio tímidos, terminan por ser comunicativos. Las notas de humor con
que Elena Fortún acoge algunas de las respuestas no ensombrecen su mirada
cercana y compasiva, conmovida no tanto por las rigurosas vidas de sus
entrevistados, sino por las actitudes responsables y maduras que exteriorizan.
Artículo tras artículo, se va entreviendo el Madrid más social, más castizo y más popular de la época. La autora retrata unos barrios populares en el que las formas de ocio juvenil son el cine, los toros, el fútbol y las novelas de kiosco. Un Madrid en el que todavía se juega al hinca-palo, a las bolas, al peón, al chito... La autora también capta el léxico y los códigos de humor de la gente joven de la época, desde la chulería de la modistilla al espabilado desenfado de la castañera.
Artículo tras artículo, se va entreviendo el Madrid más social, más castizo y más popular de la época. La autora retrata unos barrios populares en el que las formas de ocio juvenil son el cine, los toros, el fútbol y las novelas de kiosco. Un Madrid en el que todavía se juega al hinca-palo, a las bolas, al peón, al chito... La autora también capta el léxico y los códigos de humor de la gente joven de la época, desde la chulería de la modistilla al espabilado desenfado de la castañera.
Como es
norma en las ediciones de Renacimiento, el libro viene acompañado de un cuidado
prólogo y de una extensa introducción. El primero corre a cargo de María Jesús
Fraga, especialista en Elena Fortún, y está concebido como una presentación de
la obra, relatando su génesis y resaltando el compromiso social de la autora
como portavoz y defensora del niño.
La
introducción, escrita por el experto en historia de la infancia, José María
Borrás, presenta tal mérito, que bien podría editarse como obra aparte. Para
todos los que nos dedicamos a la enseñanza debía ser de lectura obligada.
Incluida en este volumen, revaloriza las entrevistas de Elena Fortún, al
dotarla de contexto. En este estudio se
aporta información censal, legislación sobre el empleo de menores,
negociaciones obreras, la evolución de la oferta y demanda escolares… La
escuela comenzaba a perfilarse «como herramienta de movilidad socioprofesional»
pero faltaban maestros, locales, inspecciones, plazas escolares. El abandono de
las aulas seguía marcado por las necesidades familiares, que reclamaban la
ayuda y contribución económica de los mayores de diez años. Como bien se explica,
el trabajo de los menores iba disminuyendo sin llegar a desaparecer, «un hecho
social extendido, imposible de medir». Además, este retroceso no se debía tanto
a la labor de la legislación laboral, ni la presión obrera, sino a la creciente
mecanización y a la necesidad de contar con un personal laboral más
cualificado.
Elena Fortún
en esta obra nos ha dejado las voces de niños que entregaban a sus madres lo
ganado en el trabajo, voces de una infancia en la que se generaban más deberes
que derechos y demandas. Voces no muy diferentes de las que se siguen oyéndose
en muchos lugares de nuestro planeta.
Joaquín
Ortega, aprendiz de cajista
Carlos
Vivar, monaguillo
Miguel
Neupauvert, trompeta de plaza
Carmen
López, modistilla (aprendiza en una casa de moda)
Julio
Llanos, aprendiz de cocinero
Jesús
García, caramelero.
Emilio
Pascual, carpintero.
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