En esta
ocasión no vamos a poder conmemorar el 23 de abril con nuestro reportaje de la
actividad de la lectura silenciosa. Como ya sabrán, el Instituto interrumpió su
actividad lectiva el pasado viernes 13 de marzo y, desde entonces, continua
cerrado.
Aquel
viernes, ciertamente, no sabíamos que el cese de la actividad presencial y
docente se iba a prolongar durante tanto tiempo. Recordamos que aquella jornada
transcurrió con cierta normalidad. La asistencia de los alumnos a las clases y
a la biblioteca, en horario de recreo, fue la habitual y no se advirtió ningún
apresuramiento en el servicio de entrega y de préstamo de libros. Las dos
últimas incorporaciones: La Hija de
Vercingétorix (el último Astérix publicado) y Una nueva historia del Mundo Clásico de Tony Spawforth esperaban
ser registradas y forradas para incorporarse a la estantería de novedades. En
fin, en el tablón de anuncios, todavía lucían las fotografías y las revistas de
nuestro homenaje sobre Ana María Custodio.
A última
hora, no obstante, cuando comenzábamos a percibir la gravedad de la situación,
algunos profesores hicimos acopio de libros ante la inminente clausura de
nuestra biblioteca. Recordemos que ya para entonces las bibliotecas públicas
andaluzas habían anunciado su cierre.
Los
caminos habituales para los amantes de los libros quedaban, pues, en suspenso.
Pero, como hemos señalado, alumnos y profesores contábamos ya con los libros
del préstamo. Nos esperaban, además, en nuestras casas las colecciones
personales, más o menos pobladas, para abordar la lectura de ese volumen que
siempre postergábamos o releer aquella novela que, en tiempos, tanto nos deleitó.
Podíamos gozar, igualmente, de la extensísima oferta de libros en pdf en
internet y en otros formatos, oferta que además se ha incrementado para satisfacer
la demanda de estos tiempos. Y para los más impacientes y amantes de novedades,
el servicio de mensajería siguió funcionando, al igual que casi todas las
librerías en la web.
Y es que
las épocas de soledad e incertidumbres si para algo sirven son para leer. Con
frecuencia se exalta el poder de los libros para evadirnos y aislarnos de la
realidad, argumento además muy explotado en las actividades de animación
lectora. Pero las obras literarias también resultan útiles para comprender las
zozobras de cada momento e, incluso, para adentrarse en la oscuridad y la desesperación.
Y en todas las obras, en cualquier género, siempre puede encontrarse una
historia que parece escrita precisamente para nosotros, una lección de vida, un
ejemplo de superación. Los libros se empeñan en perdurar no por lo que cuentan,
sino por lo que aportan.
El
confinamiento, pues, no ha acabado con nuestras actividades de animación
lectora. Continúan, con otro ritmo y en otros escenarios. Si hemos enseñado a
disfrutar con los libros, podemos entre ternos con cualquier publicación y en
cualquier parte.
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La ilustración procede de la colección de flickr de Capt Truffles [Christian Hopkins]:
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