lunes, 9 de marzo de 2020

Homenaje a Ana María Custodio




En esta ocasión la Biblioteca «Nulla Dies Sine Linea» celebra el Día Internacional de la Mujer con un homenaje a la actriz ecijana Ana María Custodio (1902 -1976). El título de exposición le viene muy largo a las escasas fotografías y revistas de la época que hemos conseguido reunir, pero que son buen exponente de la celebridad y del talento de una ecijana que, a no dudar, ejemplifica los valores que conmemoramos el ocho de marzo.

Ana María Muñoz Custodio nació en Écija en 1902 en la casa n.º 10 de la Calle Comedias, inmediata a la llamada Casa de Comedias, teatro que entonces se llamaba Teatro Custodio, pues pertenecía a la familia materna de Ana María.

 Estas circunstancias explican el temprano desarrollo de su carrera teatral, y el de su hermano Álvaro, que llegó a ser guionista y director teatral. Ambos prescindieron del «Muñoz», adoptando el Custodio como nombre artístico. Ana María, además, con coquetería de gran diva, retrasó su año de nacimiento a 1908, pero los archivos de la parroquia de San Juan son muy contundentes.

Este desfase temporal complica la cronología de su vida. En cualquier caso, y, como queda dicho,  inició su carrera teatral con prontitud. Trabajó con varias compañías que le llearon de gira por toda España y hasta hacer las Américas. Representó obras de Edgar Neville, quien la convirtió en su musa y de los hermanos Álvarez Quintero, que la transformaron en una estrella. Era entonces considerada la mujer más bella de España. En estos años contrajo su primer matrimonio con Antonio Monfort Alonso.

 En 1931 vuelve al continente americano, nada menos que como actriz de cine contratada por la Fox Film Corporation para actuar en Hollywood, donde rueda cuatro filmes.  Formaba parte de un grupo de actores españoles, entre ellos Imperio Argentina, contratados para realizar una serie de spanish versión, copias en español de producciones cinematográficas de la meca del cine.

Lo cierto es que la aventura no funcionó y la comitiva de actores regresó a España cuando finalizó el contrato de seis meses. Ana María reanudó su carrera teatral, pero acabó pasándose, y de forma definitiva, al séptimo arte, realizando varias películas con Buñuel. Aprovechando la legislación republicana, se divorció. Contrajo un segundo matrimonio con el compositor Gustavo Pittaluga González del Castillo.

Don Quintín el Amargao, Centinela alerta o El Bailarín y el Trabajador son algunos de los títulos de filmes que la transformaron en un icono del cine de la Segunda República y en la estrella principal de la productora Filmófono. Siguió rodando películas después del estallido de la Guerra Civil y asistió a sus estrenos en una Gran Vía sobre la que llovían la metralla y los obuses.

Vinieron después los largos años del exilio. Como no podía ser menos para una actriz de renombre, fue la mítica Casablanca, allá por 1944, el inicio de un periplo que llevó a la actriz, a su marido y a su hermano Álvaro por Cuba, Estados Unidos y México, donde rodó alguna película.

 Aunque en España se la intentó dar por muerta y algunas de sus películas se prohibieron, consiguió volver a la patria al inicio de los cincuenta, junto a su marido Gustavo (pero no su hermano, que permaneció en México). En nuestro suelo demostró su versatilidad como actriz, participado en numerosas y taquilleras películas como ilustre secundaria. Fueron compañeros de rodaje Vicente Parra, Sara Montiel y una emergente Marisol, entre otros muchos.

La fulgurante carrera de actriz de Ana María Custodio es la faceta más sobresaliente de una mujer singular. Era políglota, traductora, periodista, ferviente republicana. Participó en experimentos vanguardistas con Buñuel y Pedro Garfías. Se divorció y se volvió a casar. Fue todo lo que las mujeres de su época no podían ser.

La que fue la más bella de la época, fue también una mujer llena de talentos, de ganas de vivir, de ansias de emancipación. Con su vida aventurera se podría realizar una película, pero su historia es la de tantas españolas adelantadas de la época que vivieron -y sufrieron- los vaivenes de la libertad y de la civilización, las contradicciones de la república, las amarguras del exilio.

Ana María Custodio murió en Madrid en 1976, un año más tarde que su marido. Ambos fueron sepultados en el Cementerio Civil de Madrid. Recordemos que los cementerios civiles eran el destino habitual para las tumbas de los actores, los librepensadores, las personas que vivieron al margen de la moralidad de la España de toda la vida. Como último detalle de la gran dama que fue siempre, ocultó su fecha de nacimiento en la lápida.

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