Un curso más, y lamentablemente ya van dos,
los volúmenes de la Biblioteca del Vélez no abandonarán sus anaqueles para
formar parte del árbol de los libros. Un año más hemos decidido renunciar a la
decoración navideña.
Para llegar a esta triste decisión hemos
tenido en cuenta que el montaje del árbol y del resto de la ornamentación
supondría cerrar la biblioteca por unas horas y que esta medida no puede
tomarse pues, recordemos, esta estancia funciona igualmente como aula de
convivencia. También ha pesado en nuestros ánimos la circunstancia de que este
ornamento restaría varios asientos de los lectores y estos están ya reducidos a
la mitad de la capacidad ordinaria.
Tras llegar a esta renuncia, encontramos una
nueva evidencia que acabó de justificarnos. El preocupante ascenso de cifras de
contagiados del COVID en las últimas semanas aconsejaba prescindir de toda
actividad que supusiese trabajo conjunto, participación de alumnos, reunión de
personas bajo un mismo techo.
Un árbol navideño, a fin de cuentas, no
cambia nuestras suertes, no decide cómo vamos a vivir las vacaciones, pero sí
cartografía los ánimos. Y su ausencia no es una buena señal. Un curso más, y
lamentablemente ya van dos, habrá que sacar fuerzas de la flaqueza.
Esta reseña debería seguir el discurso del
aliento y de la superación de la adversidad. Pero lo cierto es que, en verdad,
los libros están dejando sus anaqueles y se enjambran si no en árboles, sí en
pirámides, montañas o cualquier metáfora que busquemos para explicar la línea ascendente
de nuestro préstamo. La apertura de la biblioteca, aunque sea a medias, y la
formidable entrada de publicaciones juveniles explican, en parte, este pequeño
milagro.
Los que nos ocupamos del préstamo en los
recreos podemos dar fe del trasiego de lectores que devuelven y sacan libros.
El listado de libros solicitados para su adquisición también ha subido como la
espuma. Tras las lánguidas cifras de todo el 2021, la actividad de nuestra
biblioteca se disparó, se alzó sin vacilaciones y, creciendo en ligereza,
amenaza con conquistar los cielos, pues su gráfica no conoce, de momento, la asíntota.
Nos enfrentamos, un curso más, y
lamentablemente ya van dos, a un invierno rebosante de incertidumbres y rigores.
Y una vez más, nos encontramos tan faltos de preparación como ese muchacho de
la ilustración que avanza por la blanca noche invernal sin apenas abrigo. Pero
en esta ocasión, contamos con un entusiasmado ejército de libros y de lectores.
Con su ayuda, como el muchacho de la ilustración, encontraremos el camino en
la nieve.
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La ilustración tiene como autor al dibujante belga Hergé. Apareció en el
desaparecido periódico bruselense Le XXe
Siècle el día de navidad de 1928. Se encuentra reproducida en el libro Tintín y el Mundo de Hergé de Benoît
Peeters (Barcelona, Juventud, 1990).
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