Este libro publica las historias de princesas
adolescentes que Juanen Román Cabrerizo (más conocido por su seudónimo Brioche) ha ido publicando en las redes
sociales. Si en estas ha logrado un número más que respetable de seguidores, su
libro también ha saboreado las mieles del éxito: el ejemplar que ingresa en
nuestra biblioteca lleva el sello de la cuarta edición.
El autor describa la obra como novela-chat.
Los editores añaden que el libro desarrolla el formato de conservaciones de
mensajería instantáneas. Ambas resultan precisiones útiles para un lector que,
tras la inevitable introducción, se enfrenta a la reproducción fiel de
supuestos diálogos de grupos de WhatsApp, algunos de ellos simultáneos y
contradictorios, en la medida que se afirma en uno tal o cuál juicio de valor e
inmediatamente en el otro, más selecto, se matiza esa información o se niega
abiertamente. Tal cuál ocurre en la vida real.
La estructura del libro se completa con
diálogos entre la conciencia de un personaje y el propio personaje o entre dos
personajes que charlan entre ellos de viva voz. Estas partes se transcriben de
acuerdo con las normas de la literatura tradicional. Otro recurso de toda la
vida es la división en capítulos, si bien sus titulares están redactados en una
mezcolanza de castellano e inglés. Todo esto por más que se explique resulta
confuso y no hay más remedio que reproducir el interior del libro.
Es ya un lugar común en este blog describir
las transformaciones que suponen trasladar el libro impreso al formato digital.
Pero en esta obra se asiste al proceso contrario: la pantalla del smarthpone se
ve obligada a adaptarse al papel. Evidentemente los iconos y la policromía se
pierden. Y el escritor se ha visto obligado a adaptar el nombre de los
personajes de Disney de tal forma que sigan siendo reconocibles, pero que no le
causen los consabidos problemas de autor. Este objetivo lo ha logrado con alias
de sabor vernáculo que contribuyen al gracejo del libro.
Más o menos, todos tenemos una idea del
Universo Disney, pero pocos a la altura de los lectores habituales de Brioche
que dominan tanto las producciones de toda la vida como las últimas películas
subidas a lo que ya es un olimpo tan completo y farragoso como el de cualquier
mitología de la antigüedad que se precie. Dicho sea de paso: los integrantes de
las generaciones más maduras solemos despreciar los hábitos intelectuales de
los más jóvenes, pero aprenderse las jerarquías de Disney, Juego de Tronos o
las Guerra de las Galaxias, exige un esfuerzo digno de tenerse en cuenta.
En fin, una vez comprendido el formato (que
puede sorprender, pero que a fin de cuentas forma ya parte de nuestra vida
cotidiana) y más o menos identificadas las princesas o sus trasuntos, puede uno
embarcarse en la lectura de este libro y divertirse mucho, muchísimo.
En primer lugar el lector se encontrará con
una breve introducción en la que se realiza un breve bosquejo de cada una de
las protagonistas y se informa que están en el primer año de universidad. Una universidad
situada en un reino muy lejano, pero que resulta completamente identificable
hasta para el lector más inocente.
A partir de ahí se suceden los capítulos con
recopilaciones de los chats, principalmente el de «Princesas», pero también el
de sus galanes «Princesos» con capítulos dedicados a los episodios imprescindibles
en la vida de todo estudiante universitario: la búsqueda del piso, estudio en
la biblioteca, trabajos, exámenes… pero también mucho espacio dedicado a las fiestas
y a los amores y desamores. Como queda dicho, los personajes expresan sus
opiniones en un chat e inmediatamente aclaran o se desdicen en otro chat
paralelo. En ocasiones la interrelación sube de nivel con la inclusión de pantallazos de un grupo en otro.
El libro se lee de un tirón y cumple
plenamente su propósito de divertir. Para el lector más avezado constituye una
muestra digna de estudio entre la interacción entre los distintos medios de
comunicación y en qué medida los nuevos medios transforman las relaciones
humanas. Repetimos la frase de Tron
Legacy: la frontera digital redefine la condición humana.
Pero nos hemos puestos muy tecnológicos. Las princesas van a la Universidad testimonia
antes que nada la vida humana y sus miserias. Describe de forma fiel la vida de
los estudiantes de hoy en día y pone en solfa sus horas y horas dedicadas a los
realities, los peligros de la resaca,
el tiempo perdido en discotecas… Hemos señalados lo de hoy en día, pero
realmente lo único que ha cambiado en la vida de los universitarios son las
formas que tienen de esquivar su obligación.
De hecho, El género literario de estudiantes que de universitarios sólo
tienen el nombre es tan antiguo como el trívium
y el quadrivium, nos tememos. Esta obra, tan vanguardista en su formato, se
incorpora a esa biblioteca inmemorial de relatos sobre capigorrones, sopistas y
pícaros. Como en todas ellos, entre travesuras y pillerías, se condena la falsedad
humana, la superficialidad de gran parte de la juventud y la pérdida de ese
divino tesoro que es el tiempo.
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