En esta
ocasión se confirmaron las predicciones que señalaban el ecuador de noviembre y
el filo de las dos de la tarde como fecha y hora para la revelación del nombre
del ganador del más prestigioso de los galardones de nuestra literatura.
En cambio,
no acertaron las quinielas que señalaban hacía tal o cual celebridad. Y no
sabemos por qué Margarit no entraba en los oráculos: atesora una dilatada
carrera literaria, una producción fecunda, el reconocimiento de la crítica y,
lo que resulta bastante inusual tratándose de un poeta, la estima del público,
redes sociales incluidas. En fin, últimamente ha recibido una serie de premios excelsos
que ahora vemos como la escondida senda que llevaba al Cervantes.
No es este
el lugar para reseñar la biografía y la obra de este arquitecto de las
emociones, este artífice de la poesía como instrumento moral. Señalemos algunos
de los títulos de sus libros, más que nada, por su evocadora concisión: Mar de Invierno, Predicación para un Bárbaro, El
Primer Frío, Arquitecturas de la
Memoria, Cálculo de Estructuras
(que es una denominación precisa y original, pero que se refiere a un tratado
técnico)…
A estas
alturas ya es un lugar común en la red aquello de que el Cervante reconoce su
obra como expresión de nuestra cultura y nuestra diversidad. Pero no por ello resulta
menos cierto. Es el momento de valorar e incorporar al canon de autores
consagrados a escritores que se manejaban tan bien en el catalán como el
castellano como Josep Pla, Llorenç Villalonga, Baltasar Porcell, Pere Gimferrer…
y al propio Margarit.
En este día
en que las letras han vencidos a las armas, bueno será recordar los elogios de
Miguel de Cervantes hacia la ciudad de Barcelona; el enaltecimiento de Don Marcelino
Menéndez y Pelayo hacia Verdaguer, a quién consideraba el poeta más creativo de
España; las tesis que señalan a Bearn
de Llorenç (o Lorenzo) Villalonga como la mejor novela escrita en nuestro país el
siglo XX; en fin, las historietas de José (o Josep) Escobar que, como Margarit,
rememoran y, a la vez, endulzan los grises días de nuestra posguerra.
En esta
jornada de unidad y de éxtasis, no en vano, celebramos una lengua que convierte
en una a las razas ubérrimas, que canta a un lado y a otro del oceáno, que
tiene a Luis Vélez de Guevara como segundo en el ranquin, creemos que no hay
mejor conclusión para esta apresurada reseña que un poema de Joan Margarit
dedicado a nuestra tierra, que es también la suya.
EL ALBA EN CÁDIZ
Delante del hotel el mar brumoso.
Las largas líneas de la espuma gris
dibujan una barra de arrecife
ante la balaustrada de la playa.
He oído tu nombre pronunciado
en la lengua del mar. Y dice que te vas.
Lo repiten las negras, solitarias cigüeñas
que en silencio planean sobre el agua.
Nunca sabré qué sabes tú de mí,
ni en qué verdad hemos estado juntos,
ni si en ella estaremos para siempre.
No puede ser un mal dolor
si es un dolor que viene desde ti
por este turbio mar. Diciembre:
el último diciembre juntos.
Después, buscar en mí tu voz perdida.
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La
fotografía del poeta procede de la siguiente página web:
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