Aprovechamos la celebración del Día Mundial
del Teatro para recordar la figura de Luis Vélez de Guevara, numen de nuestro instituto,
gloria de Écija y figura principalísima de la literatura dramática hispana. Y,
a no dudar, la más olvidada, pues no figura ni en el emblema de nuestro
instituto ni cuenta con monumento alguno en su patria chica (que sin embargo se
lo levantó a Cervantes, escritor que no dejó precisamente buen recuerdo en la urbe
del Genil).
Podríamos indicar que, al menos, su producción
literaria demuestra su valía en los escenarios. En 2020 se realizó una cuidada producción
hispano-portuguesa de Reinar después de Morir, y en el presente año 2023
una adaptación teatral de El Diablo Cojuelo titulada Diablos, Brujas
y granujas se representa en el presente año 2023 en los escenarios
españoles de la mano de la compañía La Luciérnaga.
Con todo, habrá que señalar que esta representación
amalgama el libro del ecijano con textos de Cervantes y Quevedo. Por lo demás,
si Vélez de Guevara escribió 400 obras
teatrales y una sola novela, todo apunta a que la trama de la misma resulta irrepresentable
sobre el escenario. Mi testimonio es digno de tenerse en cuenta pues interpreté
al propio Cojuelo en la adaptación dramática de Francisco Martínez Calle.
Nuestra vindicación de Luis Vélez de Guevara,
lamentablemente, no sacará a Luis Vélez de Guevara del olvido, pero al menos
contribuirá a que no se hunda más en él. Consiste en reproducir la introducción
que Francisco Induraín (o Ynduraín) redactó en fecha que no consta (pero se
puede establecer entre 1930 y 1958) para la edición que supervisó de Reinar
después de Morir y que forma parte la colección “Biblioteca Clásica Ebro”.
Parece ser que la primera edición se
data en 1958. El ejemplar de la biblioteca del Vélez es una reedición realizada
en 1969.
Naturalmente, las investigaciones sobre
nuestro autor se encuentran en un estado mucho más avanzado, pero nos ha
parecido un texto útil para conocer las vicisitudes de la fortuna crítica de
este escritor y como quien fue una celebridad en el Siglo de Oro pasó a ser un
perfecto desconocido para los críticos del siglo XIX. Pero entre tantos reveses,
destaca una verdad luminosa: cuando se representan obras de Vélez de Guevara, consiguen
conmover al espectador.
Un último apunte antes de pasar la palabra a Don Francisco Induraín (o Ynduraín). La fotografía es de la representación del espectáculo compuesto por Reinar después de morir, de Luis Vélez de Guevara y El retablo de las maravillas, de Miguel de Cervantes. La adaptación corrió a cargo de Tomás Borrás y F. P. de Bruguera, la producción a la Compañía del Teatro Español y la dirección correspondió a Salvador Salazar. El papel de Inés de Castro fue interpretado por Alicia Altabella. La obra se estrenó el 6 de octubre de 1964 (martes) en el Teatro Español de Madrid.
«Puede afirmarse que faltan todavía un examen
y valoración crítica aceptables de la obra dramática de Luis Vélez de Guevara.
Su fama de escritor venía descansando principal, sino exclusivamente, en su
novela satírica El Diablo Cojuelo. Si nos atenemos a la opinión de los
escritores contemporáneos del ecijano, se observa que aprecian sus cualidades
de hombre agudo, decidor y poeta de chispeante vena cómica. Y, sin embargo, no
son éstas las notas que más brillan en su teatro, según hemos de ver. Por otra
parte, en casi todos estos juicios se advierte, como era de esperar, el
carácter de elogios formularios o de censuras en que resuena una animosidad
personal: en suma, nada o muy poco que suponga un asomo de verdadera crítica.
Tal vez sea Cervantes quien definió con más acierto las excelencias de las
comedias de VÉLEZ en las que encuentra estimables «el rumbo, el tropel, el
boato, la grandeza»[1].
Lope de Vega en la Filomena dedica los
calificativos de «florido y elocuente», que no dicen nada de nuestro autor como
dramaturgo, a pesar de que por los años en que escribe Lope el citado elogio
(1621), ya VÉLEZ no era un principiante como cuando lo alaba Cervantes (1615) y
había escrito alguna de sus mejores comedias,
como La Serrana de la Vera[2].
Años más tarde (1632) Pérez de Montalbán, en el Para Todos, recuerda a VÉLEZ
por «sus arrobamientos poéticos» y añade que tiene «pensamientos sutiles y bizarros
versos». Y algunos años después de muerto VÉLEZ, el entremesista Quirós nos lo
presenta en una imaginaria academia poética y dice: «Dióle Su Majestad el título
de Marqués de Salinas, pues no se conocen más salinas que las suyas en el
Parnaso»[3],
Una vez más se le alaba por lo chistoso, con inmerecido olvido de sus obras de
teatro. Claro es que tampoco era empresa fácil el señalarle junto a los dos
colosos de nuestra literatura dramática, Lope y Calderón, que conviven y se
suceden en la monarquía cómica por los años de VÉLEZ, años que son también los
de Tirso de Molina, Ruiz de Alarcón y tantos otros excelentes comediógrafos.[4] La
crítica moderna ha ido poco a poco reparando este oscurecimiento de las
comedias de VÉLEZ y postula para éste un lugar al lado de la exalogía
consagrada de grandes dramáticos del Siglo de Oro (Lope, Tirso, Alarcón,
Calderón, Rojas, Moreto). Pero veamos cómo ha ido evolucionando la valoración
de teatro de nuestro escritor.
Don Alberto Lista se ha ocupado de VÉLEZ,
cuya obra conocía bastante bien, en tres artículos recogidos en sus Ensayos
literarios y críticos (Sevilla, 1844, t. II). Como se verá por el juicio
recogido al final de este tomo, apenas encuentra nada que alabar en las
comedias examinad que «no pueden sufrir en nuestros días la prueba de crítica
más moderada». Y esta opinión se mantuvo hasta que el Conde de Schak reivindica
para VÉLEZ el derecho a ocupar uno de los primeros puestos entre los
dramaturgos «de segundo orden». Y ya en este camino, dio un paso más don Ramón
de Mesonero Romanos en el breve pero ponderado examen que le dedica en el vol.
XLV de la Biblioteca de Autores Españoles, donde acoge seis comedias[5]. Los
mencionados eruditos dispusieron de materiales insuficientes, cosa que no
ocurrió a Schaeffer, que los tuvo abundantes, y acreció con el hallazgo y
publicación de cuatro comedias[6].
Al hispanista alemán se debe la visión más amplia y más pormenorizada de
nuestro autor[7]. Don
Marcelino Menéndez Pelayo sólo analiza aquellas comedias de VÉLEZ que derivan
de otras de Lope y no es parco en expresivos elogios, aunque no lleguen a
constituir un estudio crítico[8].
Con todo, el teatro de VÉLEZ DE GUEVARA no
acababa de ser bien conocido a causa de la inseguridad con que nos ha llegado
su obra, impresa en artes de extremada rareza o en impresiones sueltas no menos
raras, como afirma J. Gómez Ocerín. Hacía falta editar cuidadosamente las
comedias autógrafas conservadas para tener una base segura sobre la cual
pudiera hacerse el examen de las restantes comedias conocidas, ya en
manuscritos no autógrafos, ya en impresiones, de las que ninguna, por cierto,
se hizo en vida de su autor. Las comedias autógrafas son cuatro: El Águila
del agua (publicada por el Sr. Paz y Meliá en Revista de Archivos. X y XI,
1904), La Serrana de la Vera, El Rey en su imaginación (editadas
con el mayor esmero por R. Menéndez Pidal y María Goyri de M. Pidal la primera,
y por J. Gómez Ocerín la segunda, en la colección Teatro Antiguo Español, I y
III, 1916 Y 1920, respectivamente) y El conde D. Pero Vélez (inédito,
aunque anunciaba su publicación en la misma serie el señor Gómez Ocerín).
Estos estudios y otros que se citarán
oportunamente, han cimentado seguramente la fama moderna de VÉLEZ y se le
acepta entre la exalogía de grandes dramáticos, como hemos dicho, siguiendo a
uno de los que mejor conocen nuestro teatro clásico[9].
Por otra parte, dos de las comedias de VÉLEZ se representan en la actualidad
con gran éxito. Reinar después de morir, refundida por F. Fernández
Villegas (1902), fue puesta en escena en el Español de Madrid y continúa
figurando en el repertorio de compañías teatrales. Cristóbal de Castro adaptó
para ser representada La luna de la sierra. Prueba bien satisfactoria de
la perennidad de estas comedias, que siguen conmoviendo con la fuerza de su
dramatismo y el hechizo de su poesía.»
[1] Cotarelo entiende
que estas palabras están escritas «no sin alguna punta de ironía». V. Bol.
de la Real Academia Española, 1916, página 431. Esta interpretación no se
explica en el citado artículo, ni me parece segura. En todo caso, con ironía y
sin ella. Cervantes dice algo que conviene a la obra dramática del ecijano.
[2] Para la fecha en
esta comedia, véase la edición de la misma por R. Menéndez Pidal y María Goyri
de M. P. en Teatro Antiguo Español, I, págs. 125-127.
[3] Apud. Cotarelo,
art. cit. pág. 431.
[4] J. Gomez Ocerín trae un testimonio del año 1616 (por error imprime 1516), que dice mucho de la fama adquirida por Vélez como competidor con ventaja del mismo Lope de Vega en las comedias a lo divino. (V. Teatro Antiguo Español, III, pág. 103.)
[5] En la misma colección incluye en el vol. 4. º de Calderón, 14 y en el de Rojas, LIV, una y dos piezas, respectivamente, en las que Vélez colaboró.
[6] Son: El
capitán prodigioso, La devoción de la misa, El rey don Sebastián
y El Hércules de Ocaña, publicadas en Ocho comedias desconocidas,
1887, I, págs. 147 y 261, y II, 75 у 293.
[7] Geschichte
des spanischen Nationaldramas, 1890, I, págs.
283, 303.
[8] Obras de
Lope, publicadas por la Real Academia Española, Observaciones
preliminares, II-XII, passim.
[9] Ángel Valbuena Prat,
Literatura dramática española, col. Labor, Barcelona, 1930, pág.
181, y del mismo autor, Reinar después de morir y La luna de la
sierra en la col. C. I. A. P.
Sin embargo, L. Pfandl no dedica un estudio
particular a Vélez en su Historia de la Literatura Nacional Española en la
Edad de Oro.
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