domingo, 26 de marzo de 2023

Introducción a la obra de Luis Vélez de Guevara por Francisco Induraín

                   

Aprovechamos la celebración del Día Mundial del Teatro para recordar la figura de Luis Vélez de Guevara, numen de nuestro instituto, gloria de Écija y figura principalísima de la literatura dramática hispana. Y, a no dudar, la más olvidada, pues no figura ni en el emblema de nuestro instituto ni cuenta con monumento alguno en su patria chica (que sin embargo se lo levantó a Cervantes, escritor que no dejó precisamente buen recuerdo en la urbe del Genil).

Podríamos indicar que, al menos, su producción literaria demuestra su valía en los escenarios. En 2020 se realizó una cuidada producción hispano-portuguesa de Reinar después de Morir, y en el presente año 2023 una adaptación teatral de El Diablo Cojuelo titulada Diablos, Brujas y granujas se representa en el presente año 2023 en los escenarios españoles de la mano de la compañía La Luciérnaga.

Con todo, habrá que señalar que esta representación amalgama el libro del ecijano con textos de Cervantes y Quevedo. Por lo demás, si  Vélez de Guevara escribió 400 obras teatrales y una sola novela, todo apunta a que la trama de la misma resulta irrepresentable sobre el escenario. Mi testimonio es digno de tenerse en cuenta pues interpreté al propio Cojuelo en la adaptación dramática de Francisco Martínez Calle.

Nuestra vindicación de Luis Vélez de Guevara, lamentablemente, no sacará a Luis Vélez de Guevara del olvido, pero al menos contribuirá a que no se hunda más en él. Consiste en reproducir la introducción que Francisco Induraín (o Ynduraín) redactó en fecha que no consta (pero se puede establecer entre 1930 y 1958) para la edición que supervisó de Reinar después de Morir y que forma parte la colección “Biblioteca Clásica Ebro”. Parece ser  que la primera edición se data en 1958. El ejemplar de la biblioteca del Vélez es una reedición realizada en 1969.

Naturalmente, las investigaciones sobre nuestro autor se encuentran en un estado mucho más avanzado, pero nos ha parecido un texto útil para conocer las vicisitudes de la fortuna crítica de este escritor y como quien fue una celebridad en el Siglo de Oro pasó a ser un perfecto desconocido para los críticos del siglo XIX. Pero entre tantos reveses, destaca una verdad luminosa: cuando se representan obras de Vélez de Guevara, consiguen conmover al espectador.

Un último apunte antes de pasar la palabra a Don Francisco Induraín (o Ynduraín). La fotografía es de la representación del espectáculo compuesto por Reinar después de morir, de Luis Vélez de Guevara y El retablo de las maravillas, de Miguel de Cervantes. La adaptación corrió a cargo de Tomás Borrás y F. P. de Bruguera, la producción a la Compañía del Teatro Español y la dirección correspondió a Salvador Salazar. El papel de Inés de Castro fue interpretado por Alicia Altabella. La obra se estrenó el 6 de octubre de 1964 (martes) en el Teatro Español de Madrid.

«Puede afirmarse que faltan todavía un examen y valoración crítica aceptables de la obra dramática de Luis Vélez de Guevara. Su fama de escritor venía descansando principal, sino exclusivamente, en su novela satírica El Diablo Cojuelo. Si nos atenemos a la opinión de los escritores contemporáneos del ecijano, se observa que aprecian sus cualidades de hombre agudo, decidor y poeta de chispeante vena cómica. Y, sin embargo, no son éstas las notas que más brillan en su teatro, según hemos de ver. Por otra parte, en casi todos estos juicios se advierte, como era de esperar, el carácter de elogios formularios o de censuras en que resuena una animosidad personal: en suma, nada o muy poco que suponga un asomo de verdadera crítica. Tal vez sea Cervantes quien definió con más acierto las excelencias de las comedias de VÉLEZ en las que encuentra estimables «el rumbo, el tropel, el boato, la grandeza»[1].

Lope de Vega en la Filomena dedica los calificativos de «florido y elocuente», que no dicen nada de nuestro autor como dramaturgo, a pesar de que por los años en que escribe Lope el citado elogio (1621), ya VÉLEZ no era un principiante como cuando lo alaba Cervantes (1615) y había escrito alguna de sus mejores  comedias, como La Serrana de la Vera[2]. Años más tarde (1632) Pérez de Montalbán, en el Para Todos, recuerda a VÉLEZ por «sus arrobamientos poéticos» y añade que tiene «pensamientos sutiles y bizarros versos». Y algunos años después de muerto VÉLEZ, el entremesista Quirós nos lo presenta en una imaginaria academia poética y dice: «Dióle Su Majestad el título de Marqués de Salinas, pues no se conocen más salinas que las suyas en el Parnaso»[3], Una vez más se le alaba por lo chistoso, con inmerecido olvido de sus obras de teatro. Claro es que tampoco era empresa fácil el señalarle junto a los dos colosos de nuestra literatura dramática, Lope y Calderón, que conviven y se suceden en la monarquía cómica por los años de VÉLEZ, años que son también los de Tirso de Molina, Ruiz de Alarcón y tantos otros excelentes comediógrafos.[4] La crítica moderna ha ido poco a poco reparando este oscurecimiento de las comedias de VÉLEZ y postula para éste un lugar al lado de la exalogía consagrada de grandes dramáticos del Siglo de Oro (Lope, Tirso, Alarcón, Calderón, Rojas, Moreto). Pero veamos cómo ha ido evolucionando la valoración de teatro de nuestro escritor.

Don Alberto Lista se ha ocupado de VÉLEZ, cuya obra conocía bastante bien, en tres artículos recogidos en sus Ensayos literarios y críticos (Sevilla, 1844, t. II). Como se verá por el juicio recogido al final de este tomo, apenas encuentra nada que alabar en las comedias examinad que «no pueden sufrir en nuestros días la prueba de crítica más moderada». Y esta opinión se mantuvo hasta que el Conde de Schak reivindica para VÉLEZ el derecho a ocupar uno de los primeros puestos entre los dramaturgos «de segundo orden». Y ya en este camino, dio un paso más don Ramón de Mesonero Romanos en el breve pero ponderado examen que le dedica en el vol. XLV de la Biblioteca de Autores Españoles, donde acoge seis comedias[5]. Los mencionados eruditos dispusieron de materiales insuficientes, cosa que no ocurrió a Schaeffer, que los tuvo abundantes, y acreció con el hallazgo y publicación de cuatro comedias[6]. Al hispanista alemán se debe la visión más amplia y más pormenorizada de nuestro autor[7]. Don Marcelino Menéndez Pelayo sólo analiza aquellas comedias de VÉLEZ que derivan de otras de Lope y no es parco en expresivos elogios, aunque no lleguen a constituir un estudio crítico[8].

Con todo, el teatro de VÉLEZ DE GUEVARA no acababa de ser bien conocido a causa de la inseguridad con que nos ha llegado su obra, impresa en artes de extremada rareza o en impresiones sueltas no menos raras, como afirma J. Gómez Ocerín. Hacía falta editar cuidadosamente las comedias autógrafas conservadas para tener una base segura sobre la cual pudiera hacerse el examen de las restantes comedias conocidas, ya en manuscritos no autógrafos, ya en impresiones, de las que ninguna, por cierto, se hizo en vida de su autor. Las comedias autógrafas son cuatro: El Águila del agua (publicada por el Sr. Paz y Meliá en Revista de Archivos. X y XI, 1904), La Serrana de la Vera, El Rey en su imaginación (editadas con el mayor esmero por R. Menéndez Pidal y María Goyri de M. Pidal la primera, y por J. Gómez Ocerín la segunda, en la colección Teatro Antiguo Español, I y III, 1916 Y 1920, respectivamente) y El conde D. Pero Vélez (inédito, aunque anunciaba su publicación en la misma serie el señor Gómez Ocerín).

Estos estudios y otros que se citarán oportunamente, han cimentado seguramente la fama moderna de VÉLEZ y se le acepta entre la exalogía de grandes dramáticos, como hemos dicho, siguiendo a uno de los que mejor conocen nuestro teatro clásico[9]. Por otra parte, dos de las comedias de VÉLEZ se representan en la actualidad con gran éxito. Reinar después de morir, refundida por F. Fernández Villegas (1902), fue puesta en escena en el Español de Madrid y continúa figurando en el repertorio de compañías teatrales. Cristóbal de Castro adaptó para ser representada La luna de la sierra. Prueba bien satisfactoria de la perennidad de estas comedias, que siguen conmoviendo con la fuerza de su dramatismo y el hechizo de su poesía.»



[1] Cotarelo entiende que estas palabras están escritas «no sin alguna punta de ironía». V. Bol. de la Real Academia Española, 1916, página 431. Esta interpretación no se explica en el citado artículo, ni me parece segura. En todo caso, con ironía y sin ella. Cervantes dice algo que conviene a la obra dramática del ecijano.

[2] Para la fecha en esta comedia, véase la edición de la misma por R. Menéndez Pidal y María Goyri de M. P. en Teatro Antiguo Español, I, págs. 125-127.  

[3] Apud. Cotarelo, art. cit. pág. 431.

[4] J. Gomez Ocerín trae un testimonio del año 1616 (por error imprime 1516), que dice mucho de la fama adquirida por Vélez como competidor con ventaja del mismo Lope de Vega en las comedias a lo divino. (V. Teatro Antiguo Español, III, pág. 103.)

[5] En la misma colección incluye en el vol. 4. º de Calderón, 14 y en el de Rojas, LIV, una y dos piezas, respectivamente, en las que Vélez colaboró.

[6] Son: El capitán prodigioso, La devoción de la misa, El rey don Sebastián y El Hércules de Ocaña, publicadas en Ocho comedias desconocidas, 1887, I, págs. 147 y 261, y II, 75 у 293.

[7] Geschichte des spanischen Nationaldramas, 1890, I, págs. 283, 303.

[8] Obras de Lope, publicadas por la Real Academia Española, Observaciones preliminares, II-XII, passim.

[9] Ángel Valbuena Prat, Literatura dramática española, col. Labor, Barcelona, 1930, pág. 181, y del mismo autor, Reinar después de morir y La luna de la sierra en la col. C. I. A. P.

Sin embargo, L. Pfandl no dedica un estudio particular a Vélez en su Historia de la Literatura Nacional Española en la Edad de Oro.

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