Creemos que la mejor forma de conmemoración
del Día de Andalucía es contribuir al conocimiento de nuestra región publicando
materiales inéditos o divulgando
contenidos poco conocidos. Bajo esta premisa, y prosiguiendo en la senda iniciada
anteriormente, para la jornada de nuestra región escogemos un año más la
publicación y comentario de representaciones cartográficas de la Tierra de
María Santísima.
Y es que los mapas no solo indican tesoros, sino
que ellos mismos constituyen una verdadera riqueza. En las bibliotecas de
cierto empaque y en los despachos de los poderosos no faltaba una mesa
concebida para desenrollarlos y trabajar
sobre ellos. Pero ya pasó el tiempo de
que resultaban imprescindibles para planificar una operación bélica.
Actualmente, no se piensa en ellos cuando se
trata de joyas o rarezas bibliográficas. De impresión normalmente costosa, de
difícil manejo, frágiles o quebradizos, son los grandes olvidados de las
bibliotecas. En la época de las cartotecas digitales nos cuesta pensar que las
bibliotecas surtidas cuenten o debe contar con una cartoteca para custodiar
estos mapas. En esta oscuridad, las
recientes noticias sobre sustracciones o sustituciones de los ejemplares
auténticos por falsificaciones señalan tanto el gran valor de estos documentos
como la postergación en la que se encuentran,
En
esta entrada ofrecemos una selección de ochos mapas antiguos procedentes de la
colección cartográfica de la Biblioteca Nacional, datados entre los siglos XVI
y XVIII. En esta etapa nuestra región se encuentra dividido entre los reinos
conquistados por San Fernando -Sevilla, Córdoba y el Santo Reino de Jaén- y el
reino de Granada, gloriosamente incorporados por los Reyes Católicos. La
denominación de “Andalucía” se va imponiendo, pero solo para designar el
conjunto de los tres primeros. Habrá que esperar al siglo XIX y al triunfo del
uniformismo liberal para que los reinos sean sustituidos por provincias y el
dominio de los nazaríes deje de considerarse una tierra aparte.
Curiosamente el término Atlas se
vincula a Andalucía y a las tierras circundantes. Fue escogido por Mercator en
recuerdo de aquel soberano mítico norteafricano o del remoto occidente llamado
Atlas o Atlante y que, despojado de contenidos míticos, fue considerado como
astrólogo, matemático y conocedor tanto de las constelaciones como de las
partes de la Tierra.
Tanto estos numinosos inicios como la labor
trascendental que desempeñó Andalucía en el descubrimiento del mundo, no se
reflejaron, por desgracia, en su representación cartográfica, que, como puede
comprobarse, resultaba bastante inexacta. Los cartógrafos se copiaban los unos
a los otros y la exactitud (relativa) se iba imponiendo muy lentamente. Verdad
es que las instituciones indianas y la propia monarquía se mostraban
extraordinariamente celosas en divulgar sus pesquisas en las Indias y en los
Mares del Sur. Pero lo cierto es que, de forma pública o secreta, manifestaron
muy poco interés en trasladar al plano la Piel de Toro.
Con sus avances y sus tropiezos, la
representación de nuestra región, como la del resto del territorio
metropolitano, quedó en manos de cartógrafos extranjeros. Desconocedores de
estos territorios, las transliteraciones defectuosas, las duplicaciones de la
misma ciudad, la pura invención y el horror vacui son parte integrante
de sus mapas.
Otra dificultad para el lector moderno
proviene de la intoxicación grecolatina de aquellos siglos y que se justifica,
en parte, porque el latín era la lengua común de los eruditos de aquel
entonces. Pero acaba por resultar cargante la doble toponimia en la lengua
vernácula (o su aproximación en neerlandés) y en la remota lengua de Cicerón.
Como la arqueología también se encontraba en aquellas centurias en mantillas, muchas de estas identificaciones se
han revelado, con posterioridad, erróneas. Si pasamos a la letra grande, nos
cansan los rótulos que indican la Beturia o el Mare Ibericum y
que creemos que lo único que evidencian es erudición mal digerida. Y no podemos
dejar de lado a las reinvenciones
renacentistas o barrocas que, posteriormente, han sido tomadas como realmente
históricas. Es el caso de esa Vandalia en la que muchos creen aún.
Recordemos, finalmente, que muchos de estos
mapas fueron trazados en época de guerra y, para más inri, por enemigos
declarados de nuestra nación que, con diversa fortuna, perpetraron ataques
contra nuestros barcos y nuestros puertos, bien de forma oficial o bien por
medio de piratas y corsarios.
El primer mapa muestra orgulloso el rótulo
ANDALUZIAE, pero sólo representa el antiguo reino de Sevilla (que se
corresponde con las actuales provincias de Sevilla y Huelva en lo esencial) o
más bien el Conventus romano, esto es las tierras que Híspalis
administró desde el reinado de Augusto hasta el de Diocleciano. Por eso lleva
por título Hispalensis Conventus Delineatio. Lo trazó Jerónimo Chaves
(Hyeronimo Chiaves) en 1579. Formaba parte del Theatrum Orbis Terrarum, Opus
nunc tertio ab ipso Auctore recognitum, multisquè locis castigatum, &
quamplurimis novis Tabulis atqué Commentariis auctum impreso por Abraham
Ortelius/ Abraham Ortell en 1584 en Amberes, en la celebérrima tipografía
plantiniana.
Jerónimo de Chaves era un sevillano que logró
altos puestos en la Casa de Contratación y del que se puede alardear señalando
que no existe disciplina científica en la que no destacara. Participó en la
elaboración de varios mapas de nuestra región, con notoria ventajas sobre otros
cartógrafos, pues conocía el terreno que llevaba al plano, aportando topónimos
como Las Arenas Gordas o Camino de la Plata. Si su representación
nos parece algo simple es porque no existen mapas previos a sus trabajos. Sobra
decir que su influencia fue inmensa y que fue copiado en innumerables
ocasiones.
El segundo mapa representa la costa andaluza
desde la desembocadura del Tinto y el Odiel hasta el cabo Roche (si bien, el
mapa hace creer que representa hasta Tarifa), por Lucas Janz Waghenaer/ Lucas
Iohannes Aurigarius. La cartela del mapa afirma lo siguiente:
Andaluziæ oræ maritimæ vna cum fluvijs et
portibus ad viuum delineatio. Lucas Io[hann]es aurigarius Inuentor.
El grabado pertenece a la primera parte del Espejo
de los navegantes: Speculum
nauticum super navigatione maris Occidentalis confectum, continens omnes oras
maritimas Galliae, Hispaniae et praecipuarum partiu[m] Angliae, in diversis
mappis maritimis comprehensu[m] una cum usu et interpretatione earundem,
accurata diligentia concinnatu[m], et elaboratu[m] per Lucam Iohannis
Aurigarium. Los autores son Lucas Jansz Waghenaer, Franciscus Raphelengius
y Cornelis Claesz. Este atlas náutico tuvo un éxito inmediato y conoció varias
reediciones. Este mapa procede de un ejemplar impreso en Leyden en 1588.
El tercero abarca la actual Andalucía y tierras circundantes y en su toponimia amalgama el pasado romano con el nomenclátor del Siglo de Oro. Tanto por el territorio seleccionado como por ese monumental rótulo de ANDALUZIA, parece una prefiguración de su futuro autonómico. En la cartela se informa que el título de la lámina es Andaluziae Nova Descript(io) y que tiene como autor a Jodocus Hondius el Viejo / Joost de Hondt. La plancha se grabó en 1606. Procede del Atlas sive Cosmographicae Mediatones de Fab
rica Mundi et fabricati figura impreso en
Ámsterdam en la fecha citada.
Hondius adquirió las planchas de Mercator y
las reeditó, actualizando algunas. De hecho, en su Atlas prefirió
presentarse como editor no como cartógrafo. Esto explica el contraste entre la
representación cartográfica de esta lámina, actualizado a los conocimientos del
principio del seiscientos y esas cartelas diseñadas a la moda de cincuenta años
antes.
El cuarto mapa se ajusta igualmente a nuestro
concepto de Andalucía como entidad territorial. Su autores son Joan Blaeu/
Ioannem Blaeu y su padre Willem Blaeu / Guiljelmum
Blaeu. Se fecha en 1635 y apareció en el llamado Atlas Novus, otra
publicación que vio la luz en Amsterdamum
(“Amstelodamum” para los eruditos). Debe indicarse que muchas de estas
representaciones cartográficas podían editarse como hojas sueltas antes,
simultáneamente o después de la edición de estos atlas monumentales.
La cartela, en sí, es ya una obra de arte con
la piel del león nemeo tensada entre las columnas hercúleas. El epígrafe reza Andaluzia
continens Sevillam et Cordubam. Parece ser que, por premura, no se añadió
la denominación del Santo Reino. En la parte superior figuran los blasones de
los reinos de Sevilla y el de Córdoba, o más bien, una simplificación del
hispalense y un error entre las armas de la ciudad y reino de Córdoba y las de
los linajes de los Córdova y de los Fernández de Córdova. Esta mixtificación, por
otra parte, se hizo general durante siglos.
La coloración resulta bastante aproximativa.
Hay que indicar que este proceso se realizaba con posterioridad a la impresión y
de forma artesanal. Normalmente, se reservaba para unos cuantos ejemplares
destinados a los compradores más pudientes. Se comprende que este proceso de
iluminación se realizaba por varias manos, mejor o peor dotadas. Aunque
resulten más vistosos los ejemplares polícromos, los que se dejaron como
salieron de las prensas resultan más útiles para el investigador.
El quinto mapa es una actualización de la
representación cartográfica anterior. El rey del blasón hispalense aparece
invertido (en esta lámina mira hacia oriente), el sector portugués está
indicado con una elegante caligrafía (presumiblemente para reflejar su vuelta a
la independencia) y los rótulos de las comarcas aparecen en letra minúscula.
Además, aparecen muchos más topónimos y se reducen los espacios en blanco.
Willem entregó su alma en 1638, por lo
que la autoría (o mejor dicho, el trabajo de renovación) es obra por entero de
Joan Blaeu. Se incluyó en una reedición
de Atlas Novus datada entre 1640 y 1650.
El sexto mapa ofrece una visión muy
simplificada de nuestra tierra, con un error monumental (por el tamaño del
rótulo) que es ALCUNDIA para denotar el Valle de la Alcudia. Más al norte se observa una representación del
Guadiana con su (supuesto) tramo subterráneo y un epígrafe que explica este
misterio. Los detalles dignos de mención no acaban aquí. En la cartela se
indica un Provin [tia] Andalusiae vel Baetica cum confinijs. Por encima
de este epígrafe se muestra una Virgen del Pilar adorada por dos peregrinos. No
hay que explicar por menudo que no se trata, precisamente, de una advocación
propia de la Tierra de María Santísima.
Este cúmulo de extrañezas y de desaciertos se
explica porque hemos dejado el rumboso mundo de los atlas de lujo flamenco por
el ascético ámbito de las órdenes religiosas. Así, el mapa representa la
provincia Bética de los frailes menores de la vida eremítica, más conocido como
“capuchinos”. Esta provincia existió entre 1637 y 1835 y no debe confundirse
con el ámbito de los franciscanos del mismo nombre. Lógicamente las ciudades
que se muestran, entre ellas Écija, son aquellas que disponen de convento de esa
congregación.
Este mapa pertenece al atlas temático Chorographica
descriptio provinciarum et conventuum FF. Min. S. Francisci Capucinorum… también conocido como el «Atlas de los
Capuchinos», en concreto a la edición romana de 1649. El autor fue el fraile
Silvestro Pepi da Panicale, que murió antes de ver impresa la obra, pues entregó
su alma al Señor en 1641 y la primera edición (romana igualmente es de 1643).
El ejemplar adquirido por la Biblioteca
Nacional en el 2006 presentaba una acentuada inclinación a la derecha que hemos
corregido. En ese año la institución adquirió esta lámina y otras sueltas procedentes
de la Chorographica descriptio. Fatalmente, muchos libros antiguos que
contienen mapas son mutilados para vender por separados las representaciones
cartográficas. Al ser adquiridos por bibliotecas y coleccionistas diversos, la
dispersión resulta inevitable.
Señalemos que este mapa nos sirve de tránsito entre la etapa del predominio de cosmógrafos flamencos y neerlandeses a la de los italianos, respecto a las representaciones de Andalucía y otras partes de España. La primera etapa se prolonga desde mediados del siglo XVI a la mitad del siglo XVII. La italiana, mucho más breve, ocupa la segunda mitad del seiscientos. En el siglo de la Ilustración, la primacía, como en casi todos los campos, corresponderá a los franceses.
Pese a lo
anteriormente expuesto, el séptimo mapa tiene como autor a un italiano, en
concreto de Venecia, ciudad que compitió con Amberes y con Ámsterdam en el arte
de confeccionar mapas. Urbes todas ellas, rodeadas de escollos, tierras bajas y
mareas inciertas, como nos hizo notar Italo Calvino.
El autor de este mapa es Antonio Zatta y la fecha de conclusión
es 1776. Parece ser que esta lámina formaba parte de su Atlante Novissimo,
obra iniciada en 1775 y concluida en 1785 y que abarcaba cuatro tomos. Las
fechas deben asumirse con cierta precaución, pues las reediciones, adiciones y
actualizaciones fueron muchas y muy seguidas.
Zatta traza la geografía de Andalucía y Granada con una
claridad no exenta de elegancia y es que el neoclasicismo se deja notar en
todas las artes. Según su costumbre, incluye una escena en una esquina
enmarcando la cartela. En el caso que nos ocupa, se trata de un motivo bucólico
con un pastor y dos bueyes. El título del mapa es Andalusia e Granada di
Novissima Projezione. Este autor no señala si representa reinos, provincias
o que tipo de demarcaciones. En cualquier caso, evidencia que, aunque los tres
reinos fernandinos conserven en esa época su ámbito jurisdiccional constituyen
unas entelequias que no merecen ni ser reseñadas.
El último mapa tiene como autor al español Tomás López de
Vargas Machuca, cartógrafo español formado en Francia y que representó el
territorio nacional en innumerables ocasiones, ya sea del conjunto, por
regiones o por cada una de las variadas demarcaciones jurisdiccionales del Antiguo Régimen. Si
sumamos sus levantamientos de los dominios de ultramar nos encontraremos con una
obra vastísima. Parece una paradoja el que nos cueste clasificar el legado de
alguien que, precisamente, se preocupó por delimitar y representar con
exactitud.
Esta
representación de Andalucía ha sido datada en 1757, pero se trata de una obra
de principios del siglo XIX, sin que se pueda precisar el año. López falleció
en 1802, por lo que puede tratarse de una impresión póstuma. Otro misterio es
que fue impreso en Lisboa.
Su simplicidad se
explica porque se trata de una edición de bolsillo con finalidad didáctica (la
segunda que realizó este cartógrafo según nuestros conocimientos). El título de
la obra es Adlas portatil y geographico
de la Península de las Españas é islas adjacentes. Dispuesto por Don Tomas Lopez.
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