Si en las reflexiones de esta jornada ocupan
una parte preponde
Si empezamos la historia por el principio,
habría que remontarse a la idea medular del creador de la serie, Chris Carter.
Él quería mostrar a dos agentes del FBI investigando sucesos extraterrestres y
paranormales. Fox Mulder, el varón, aparece como fervoroso creyente en el
fenómeno OVNI y en todas las tesis propias del ocultismo y las teorías de la
conspiración. Su partenaire, Dana Scully, por contra, se muestra en
pantalla como una científica experta, con un currículum impresionante que
incluye una licenciatura en ciencias físicas y un doctorado en medicina.
Esta formación explica su talante escéptico
ante las embrolladas teorías de su compañero. Carter pensó que el papel de
Scully como la racional de la pareja, mientras que Mulder se dejaba llevar por
los vericuetos del pensamiento mágico. Esta inclinación de Mulder hacia las
corazonadas y la intuición invertían los tradicionales roles de género en la
televisión. En lo que, si continuó Carter
con lo habitual y lo establecido fue en
establecer una «tensión sexual no resuelta» entre Mulder y Scully, relación que además
se convirtió en tema central desde el principio. Podemos exculparlo aduciendo
que la serie Luz de Luna había establecido como canónica esta forma de
vínculo entre los protagonistas de series televisivas y que los productores no
hubieran admitido otras soluciones.
Pero volvamos, a
la génesis de Scully. La agente especial del FBI no podía ser la típica
compañera atractiva y descerebrada del héroe. En palabras de Chris Carter «El
punto de vista de Scully es el punto de vista de la serie y por eso tenía que
ser construido con una sólida base científica, para que Mulder pudiera despegar
desde ahí. Si la ciencia es realmente buena, Scully tiene un punto de vista
válido. Mulder tiene que convencerla de que sus argumentos ya no sirven y ella
tiene que aceptar lo inaceptable. Ahí está el conflicto.»
Efectivamente, en el episodio piloto, Scully
es asignada a los expedientes X como compañera de Mulder, para aportar un punto
de vista científico en las investigaciones de Mulder en el campo de lo
paranormal; en realidad es asignada a ese cargo para desprestigiar el trabajo
de Mulder. Como ya es sabido por todos, Scully descubrirá hechos que la ciencia
no puede explicar (o la ciencia que ella maneja y en la que fue educada) y
acabará transformándose en la mayor aliada de Mulder “El Siniestro”.
Un personaje tan innovador como el de Dana
Scully no surgió de la nada. Está claramente inspirado en la Clarice Starling
de El silencio de los corderos. Concretamente, no en la novela de Thomas
Harris (1988), sino en la portentosa interpretación que realiza Jodie Foster en
la adaptación fílmica de Jonathan Demme (1991). Para deleite de los seguidores
de la serie, Mulder hará una referencia a ello en un episodio en el que él imitará
a Hannibal Lecter y llamará Clarice a su
compañera.
Pese
a lo revolucionario del diseño del personaje, la elección de la actriz que
interpretara a Dana Scully siguió todos los tópicos sexistas, de tal forma que la designación de Gillian Anderson, supuso un
pulso a todos los estereotipos de géneros. Estamos hablando de 1993, la época
en la que aún existían Mitch Buchannon (un velludo David Hasselhoff metido a
socorrista) y, cómo no, C. J. Parker (su neumática compañera de socorrismos
californianos, interpretada por Pamela Anderson). Se cuenta que era una C. J.
Parker lo que buscaban para Fox Mulder y no una Dana Scully, es decir, que no
concebían la idea de que la serie pudiese funcionar de no existir un atractivo
decorativo como el que suponía Pamela Anderson. Así que cuando Gillian Anderson
entró por la puerta, el productor sacudió la cabeza y dijo: "Ni
pensarlo".
Pero
acabó convirtiéndose en Dana Scully. Algunos señalan que la química entre
Duchovny y Anderson fue instantánea. En cualquier caso, el factor decisivo fue
la aprobación entusiasta de Chris Carter, que se impuso a los ejecutivos de la
FOX que deseaban a una actriz con más experiencia y, sobre todo, más alta, de
piernas largas, rubia y busto grande. No debe escandalizarnos que tras la
primera audición le pidieran que volviese vestida con “algo más adecuado”.
Pese
a todo, Carter logró imponerse. “Ella es
la persona que quiero y nadie más” fue su dictamen definitivo. El desdén con el
que la FOX recibió a Anderson por su
supuesta falta de atractivo evidencia a las claras la ocasional distancia entre
los gustos de los ejecutivos del entretenimiento y los del público. Durante la
emisión de la serie, la revista FHM la nombró dos veces la “mujer más sexy del
mundo” y People la incluyó en su lista de cincuenta personas más bellas. Nunca
los pacatos trajes del FBI y las aburridas gabardinas beige habían resultado
tan seductores. Anderson consiguió convertirse en un icono sexual sin enseñar
ni un centímetro de piel.
Y es que, por vez primera en el mundo televisivo, una mujer no era una madre con problemas ni una soltera con problemas, problemas, todos, siempre, relacionados con hombres. Dana Scully era, por fin, un personaje de acción, y no de reacción. Una anomalía entonces, no, afortunadamente, ahora. La agente especial del FBI tenía una vida propia que nada tenía que ver con conquistar a ningún tipo, y su trabajo consistía en destripar muertos y mostrarse todo lo firme que la ciencia se lo permitía ante la infantil ilusión por lo paranormal de su compañero.
Añadamos
que Gillian Anderson demostró también su valía como actriz. Su actuación en la
serie fue reconocida con un Emmy (1997), un Globo de Oro (1996) y el premio de
Sindicato de Actores en dos ocasiones. (1996 y 1997). Aparte queda el conseguir
una fama de dimensiones planetarias.
En
este contexto de celebridad e influencia, algunos medios comenzaron a tratar el llamado “Efecto Scully”. Según estas fuentes, en la década de los noventa
muchas mujeres se interesaron por las carreras científicas o tecnológicas
influenciadas por el personaje. En principio, no había datos que lo avalaran,
por lo que ni la propia Dana Scully lo
daría por bueno sin exigir pruebas de su existencia.
Hubo
que esperar a 2018 para que el efecto Scully pasara de leyenda urbana a
evidencia científica. En ese año, la 21st Century Fox, el Instituto Geena Davis
Ion Gender in Media y el Centro J. Walter Thompson Intelligence, publicaron un
estudio que demostró de forma realista la influencia de este personaje. Para esta
investigación se encuestaron 2.021 mujeres norteamericanas de 25 años en
adelante, que estudiaban o trabajaban en áreas relacionadas con la ciencia, el ámbito
que los anglosajones denominan con el acrónimo ‘STEM’ (Ciencias, Tecnología, Ingenierías
y Matemáticas.
Los
resultados son impactantes. Para empezar, el 63% de las mujeres que hoy se
dedican a la ciencia y que tenían alrededor de 12 años cuando se estrenó
Expediente X, aseguran que lo más probable es que no estuviesen donde están si
no hubiera existido Dana Scully. Se comprobó, además, el siguiente corolario:
1/
Aquellas mujeres que habían seguido la serie Expediente X durante los 90 (época en que la serie empezó a
emitirse), confirman haber crecido con una perspectiva mucho más positiva sobre
las llamadas ‘Ciencias Puras’.
2/
Entre las mujeres encuestadas, las que se definían como seguidoras fieles de la
serie, mostraban una mayor sensibilización hacia la igualdad en la orientación
vocacional y consideraban fundamental el incentivo a niñas y adolescentes para
estudiar carreras relacionadas con la ciencia y la tecnología.
3/
Alrededor del 50% de las mujeres espectadoras de Expediente X
confirmaron que Scully fue una de las razones por las cuales su interés en las
ciencias incrementó.
4/
Además, debido a la actuación y valores que demuestra el personaje de Scully,
muchas de las encuestadas contaron que las ayudó a incrementar su confianza y
apostar a carreras que parecían tradicionalmente masculinas.
5/
El 91% de las mujeres que participaron del estudio contemplan a Dana Scully
como un modelo a seguir por niñas y adolescentes.
Lo
cierto es que Dana Scully (o mejor dicho los guionistas de la serie) cometieron
una serie de errores en las actuaciones de la agente especial en los
laboratorios o en sus recurrentes autopsias. Pero bueno, estos fallos no
invalidan su valor como referente científico.
Mucho
menos conocido, sin embargo, es el que podría llamarse “Efecto Anderson”. De
hecho, la denominación es de nuestra autoría. Pero lo cierto es que si el personaje
marcó una pauta de cambio para las mujeres, la actriz, Gillian Anderson, ayudó
a cambiar la precaria situación de las actrices en el mundo de la producción de
series televisivas.
Durante
las primeras temporadas de la serie tuvo que enfrentarse a agravios difíciles
de digerir. A pesar de que su tiempo en pantalla era idéntico al de David
Duchovny, al igual que su peso en las tramas, cobraba menos que él. Pasaron
tres años antes de que sus salarios se igualaran. Los responsables de la serie
no aprendieron la lección: cuando la serie se reactivó en 2016 (y Anderson no era
una desconocida sino una actriz prestigiosa a la que no le faltaban ofertas),
le ofrecieron la mitad del sueldo que a su compañero.
Al
menos en aquel 2016, se había subsanado otro de los errores de la serie
original: la total ausencia de mujeres en la sala de guion y tras la cámara,
algo que la actriz había denunciado en varias ocasiones. En 2017, respondió a un
artículo de The Washington Post en el que el diario denunciaba que en la
serie de Carter no había ningún hombre en la sala de guion. “Y de 207 episodios
tan sólo dos estaban dirigidos por mujeres” escribió en su cuenta de Twitter.
“Yo también espero con ansias el día en que los números sean diferentes”.
Tras
esa ausencia de punto de vista y de poder femenino se encuentra la explicación
de otro desprecio sufrido por la actriz. Para fortalecer el protagonismo de
Duchovny, la obligaban a caminar unos pasos por detrás de él. “Quizá
consideraban que ya era demasiado revolucionario ver que una mujer tenía
conversaciones intelectuales con un hombre delante de las cámaras, y pensaban
que la audiencia no podría lidiar con el hecho de que además caminaran uno al lado
del otro”, reveló irónica a The Daily Beast.
No
tardó en imponerse, consciente de que ella era un pilar indispensable del éxito
de la serie. “No recuerdo cómo dejó de producirse esa situación, pero me
imagino que tendría más que ver con mis agallas que con una concesión de la
cadena.” No se calló. No lo ha hecho nunca. La actriz continua en activo. Ha realizado
otros papeles que resultan igual de memorables. Y continúa siendo original,
imprevisible e inclasificable.
En
suma, Dana Scully es un personaje de ficción, pero ha mejorado nuestras
perspectivas de futuro. Gillian Anderson es una mujer real que ha logrado, para
todos, un mundo más igualitario, y, por tanto, más justo. La primera debería
ser recordada cada once de febrero. La segunda debería ser tenida en cuenta cada
ocho de marzo.
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