viernes, 20 de noviembre de 2020

Francisco Brines, Premio Cervantes 2020

 


Un año más se ha buscado el ecuador de noviembre para la revelación del nombre del ganador del más prestigioso de los galardones de nuestra literatura. Tradicionalmente se suele conocer el fallo del jurado a mediodía, hora española, pero se hizo público pasadas las seis de la tarde, debido a la que las restricciones en la movilidad derivadas de la pandemia, retrasaron las intervenciones del jurado.

Sea como fuere, y en esa hora que los periodistas llaman la tarde-noche, el ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, dio a conocer al merecedor del galardón en una rueda de prensa organizada en la sede madrileña del Ministerio. La distinción recayó en el poeta valenciano Francisco Brines Bañó.

Los amantes de los patrones y de las inútiles, pero terribles, simetrías se apresuraron a indicar que con este premio quedaba quebrada la alternancia tradicional del galardón: esa norma, no escrita por la cual el Premio Cervantes recae un año en un escritor español y al siguiente en un autor de ultramar. Lo cierto es que hace dos años esa práctica ya se incumplió, pues fueron galardonados consecutivamente el nicaragüense Sergio Ramirez (2017) y la uruguaya Ida Vitale (2018).

Una tendencia que sí se puede afirmar con certeza es que el Cervantes se abona con esta elección a la poesía, ya que Brines sucede en el palmarés a dos poetas premiados: Joan Margarit (2019) y la uruguaya Ida Vitale (2018). Si sumamos el nobel de Louise Glück, habrá que afirmar aquello de que corren buenos tiempos para la lírica o, más bien, que la poesía descarnada y precisa es lo único que puede describir la desolación de este año 2020.

Si no se esperaba la ruptura de la alternancia entre las ínclitas razas ubérrimas, la elección de Brines no ha sorprendido a nadie. Su nombre figuraba con fuerza en la quiniela de celebridades. Y con razón, pues es considerado el mayor poeta vivo de la literatura española. Y no faltan quien le auguran un lugar de honor en los manuales del futuro.

De hecho, con este reconocimiento, Brines culmina una trayectoria imparable que se inicia con la consecución del premio Adonais, seguido de el Nacional de la Crítica. Más tarde fue reconocido con el premio Nacional de Literatura, al que se sumó el premio Fastenrath, el premio Nacional de las Letras Españolas por el conjunto de su obra poética y el premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. Este aluvión de galardones explica que en abril de 2000 fue elegido miembro de la RAE y, a partir del 19 de abril de 2001, ocupa el sillón «x» en sustitución del fallecido dramaturgo Antonio Buero Vallejo.

El jurado le ha otorgado el premio a Francisco Brines por «su obra poética, que va de lo carnal y lo puramente humano a lo metafísico, lo espiritual, hacia una aspiración de belleza e inmortalidad. Es el poeta intimista de la generación del 50 que más ha ahondado en la experiencia del ser humano individual frente a la memoria, el paso del tiempo y la exaltación vital. Francisco Brines es uno de los maestros de la poesía española actual y su magisterio es reconocido por todas las generaciones que le suceden».

Efectivamente, Brines pertenece a la «generación de los cincuenta», también llamada «generación de los niños de la guerra», en la que figuran los poetas Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente, Carlos Barral, Claudio Rodríguez, José Agustín Goytisolo y los novelistas Rafael Sánchez Ferlosio, Ana María Matute, Carmen Martín Gaite, Luis Martín Santos, García Hortelano y Luis Goytisolo. El cervantes de 2020 puede verse como un reconocimiento a ese grupo de jóvenes que alzó la llama de la libertad en el páramo, que reinició la literatura española desde las ruinas y las falacias de la posguerra.

La justificación del jurado reconoce el magisterio de Brines y, efectivamente, este poeta ha destacado como maestro de nóveles escritores a lo largo de su dilatada carrera, nóveles escritores que son ahora autores consagrado y que han aprovechado la noticia del cervantes para considerar ese magisterio como un tesoro que ayudó a fraguar su vocación. Añadimos que Brines será un desconocido para nuestros medios, pero para los amantes de la poesía es más que un celebridad y en ese ámbito cuenta con legiones de seguidores entusiastas.

El tono hondamente elegíaco de sus versos que desgranan el paso del tiempo, la decadencia de todo lo vivo y las desdichas de la condición humana y sus limitaciones han conquistado a generaciones de lectores.  Puestos a mencionar su mejor obra, existe un consenso general en reconocer como tal a «El otoño de las rosas» considerada una de las cimas de la poesía española de la segunda mitad del siglo XX. Pero tengamos en cuenta el testimonio del propio autor: «Mis libros siempre son el mismo libro escrito en distintas épocas».

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La fotografía del poeta procede de la edición digital del diario EL PAÍS:

https://elpais.com/elpais/2020/11/16/album/1605548758_437022.html#foto_gal_1


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